En el silencio sano, crezco y florezco.
Querida Sole,
Me hace mucha ilusión compartir contigo y decirte lo agradecida que estoy
de haberme dado la oprtunidad de conocerte y abrir mi corazón a tus lindos
tesoros.
Por mucho tiempo, el miedo a estar sola conmigo misma me enchinaba la piel;
quedarme sumida en mis pensamientos, en mi ruidoso mundo interior, me hacía
sentir como perdida en medio del mar. Sin embargo, eso no fue obstáculo para que me
abrazaras con paciencia y compasión hasta ganarte mi amistad.
Aceptar la invitación a descansar en el amor de Dios y en su cuidado ha
sido clave en mi despertar de conciencia, y eso lo aprendí a través de ti. Al principio puse resistencia, pero su mirada
desbordaba todo lo que mi corazón anhelaba, así que me acurruqué en el regazo de
la Gracia Divina — favor gratuito e inmerecido, espacio seguro del alma que
navega tormentas intensas e indeseadas.
No ha sido un camino lineal; en
varias ocasiones te he comentado sobre el paso de esas emociones despeínadas
que llegan sin previo aviso, no obstante, siempre recuerdo tu valioso consejo: “Siente
a todo color, sin culpas ni juicios. Baila bolero con tu respiración y expresa
afirmaciones que hagan sonreir a tu alma”.
Ay, amiga, cuánto agradezco tus enseñanzas; tomarme el café por las mañanas
se ha convertido en un momento de calma y crecimiento. Respirar de manera profunda
y consciente, saberme cuidada por Dios, practicar la gratitud mientras saboreo
cada sorbito, simplemente no tiene precio.
Gracias, amiga Soledad.
_________________
Amor y gracia,
Sandy