Con el tiempo aprendí que la felicidad es más que sueños cumplidos y vida carente de desafíos. Es la valiente decisión de salir a su encuentro cada mañana, aunque tengamos arrugado el corazón.
Dicen que la felicidad toma café, que conversa con el silencio mientras
contempla el amanecer, que se pasea en lo simple y cotidiano.
Que conoce la personalidad de cada una de sus plantas, que las mima con
palabras de afirmación —consciente de que son receptivas a su amor y cuidado.
Algunos se ríen de lo que hace, francamente parece no importarle. Más bien,
suspira y sonríe en total admiración cuando las ve florecer y moverse en
perfecta armonía.
También la han visto llorar, que llora por todo, que es muy sensible. Que
aprendió a ver su sensibilidad como el súper poder que le permite bailar con la
empatía, escuchar con atención y acompañar con compasión.
Que le gusta perderse en sus libros, soñar despierta con el cumplimiento de
sus sueños y escuchar canciones de Pavel Nuñez y Alex Ferreira los sábados en
la tarde. Que se pasea con su vestidito de flores extendiendo la gentil
invitación a saborear su esencia justo en medio de la prisa y responsabilidades
corrientes.
Cuando la veas, dile que la ví en la suave llovizna de abril, en el mensaje
de texto de mi amiga, en el café de la tarde, en un bonito recuerdo de
infancia, en una charla con el silencio, en la noche de luna llena, en la cola
juguetona de mi perro, en la orquidea de la ventana, en lo simple y cotidiano.
_____________
Amor y gracia,
Sandy