Mientras sanas, no te olvides de vivir.
Para mi amiga transitando su dilema con gracia:
Ella entendió que no existe una varita mágica para hacer desaparecer las
heridas del camino, aunque le costó tiempo llegar a tal realización. Por
momentos, pensó que estaba destinada a vivir con su deshonrosa carga interna
—esa que nadie comprende, nadie nota, nadie medica —, sin embargo, en el epicentro de su oscuridad
se coló un dulce rayito de esperanza, un suave susurro invitándola a descansar
en una verdad superior que las que rodeaban su vida. Y ella se atrevió a creer.
Un paso de fe que desató la furia de sus razonamientos y dudas, pero a
medida que se enfocaba en la esperanza y en la acogedora melodía de amor que
acariciaba su alma — consciente de la realidad de su vulnerabilidad—, descubrió
que cada pisada alumbraba su camino, y comenzó a sentirse mejor.
Entendió que a veces hay que perderse para encontrar el camino, llorar para
aprender a sonreír, caerse para levantarse con más ganas, pero, sobre todo,
descansar la mente y el corazón en la mano soberana que abraza nuestra historia
con gracia y propósito. Y ella continuó
sintiéndose mucho mejor.
La transformación ha sido lenta y continúa siéndolo, ese detalle parece
importarle poco. Se enamoró del proceso, se enamoró del camino. Hizo amistad
con la paciencia, encontró descanso en los brazos del arquitecto de su destino…
un día a la vez.
Amor y gracia,
Sandy