Amor propio es dignidad. Es darte crédito por las batallas que has librado heroicamente defendiendo tu individualidad.
Para mi amiga que confunde amor propio con egoísmo.
Querida amiga:
Te escribo estas líneas para que juntas encontremos alivio a ese dilema que
roba tu paz. Nada como una conversación honesta y cercana con quien ha sentido
lo mismo que tú. No existe tal cosa como graduarse de amor propio, al
contrario, ese es un regalo que debemos darnos y cultivar cada día. Cuando lo
hacemos sin altivez, desde la dulzura de la humildad y el autorrespeto,
retomamos la belleza de nuestra esencia y cultivamos relaciones más sanas.
El otro día, mientras tomaba mi cafecito mañanero, me quedé pensando en
algunas verdades que a mi modo de ver aprendimos de manera distorsionada, me
detuve específicamente en las hermosas palabras de Jesús, “Ama a tu prójimo
como a ti mismo”. ¿En qué momento tan acertada prescripción se transformó en
excusa válida para traicionarnos a nosotras mismas en nombre del amor?
Nos enseñaron que poner las necesidades de otros por encima de las nuestras
es una cualidad propia de gente buena y honorable, que amarnos es sinónimo de
egoísmo, y así nos hicimos adultas, tratando de quedar bien con los demás,
ignorando el gemido en nuestro interior que nos suplica cuidado y respeto.
Amor propio no es egoísmo. Es abrazar con honestidad y compasión nuestros
defectos y virtudes. Es reconocer nuestros méritos, celebrar esas cualidades
que hacen florecer nuestra originalidad. Un baile armonioso entre nuestro
lenguaje físico, mental, emocional y espiritual. Así y solo así, amiga,
aprendemos a amar a otros con total libertad, desde nuestra propia riqueza
interior.
Amor y gracia,
Sandy