Exhibe tus cicatrices como tatuajes de dignidad, como señal de que ninguna tormenta es eterna.
Querida Amiga,
Aunque no lo creas, lo estás haciendo mejor de lo que piensas. Estás
pensando más en tí, cultivando las cosas que alegran tu corazón. Es cierto que
tienes mucho que desaprender y reaprender, pero tu trasformación es obvia. Se
nota en tu mirada, en la calma que se respira en tu compañía, en tus temas de
conversación, en la manera que transitas aquello que escapa de tu control.
Estoy muy orgullosa de tí, me encanta verte florecer. Obviamente, no te ha tocado
un camino fácil, pero te negaste a quedarte estancada en el pantano de tu
aflicción. Has tenido la valentía de soltar la carga innecesaria que pusiste
sobre tus hombros, honrando expectativas de quienes no sufren tu dolor ni desean
verte sonreír. Poco a poco has ido reconstruyendo tu vida con las piezas rotas
de tu historia. Desde el amor y la gracia tus cenizas han sido intercambiadas
por flores, por música, por carcajadas de alegría y nuevos comienzos.
Cuando algunos recuerdos reviven
heridas que aún sangran, admiro la libertad que te das a ti misma de llorar, sin
verguenza, desde la sencillez y la honestidad de tu corazón. Me enseñaste que
las lágrimas son parabrisas del alma —alivian los nudos internos y regalan visibilidad
del camino—. Sabias palabras que me invitan a abrazar mi sensibilidad y descubrir
la fortaleza que fluye de su jardín.
Aunque no lo creas, lo estás haciendo mejor de lo que piensas. Está
quedando hermosa la obra de arte que estás construyendo con las piedras que
encuentras en al camino.
Amor y gracia,
Sandy