“Acepta tu vulnerabilidad como parte de tu proceso de transformación”, me dijo el autoconocimiento, mientras platicábamos el otro día.
Todo está patas arriba, todo lucha por mi atención, todo quiere
desestabilizarme. Todo, por despojarme de mi paz.
Observo, respiro, acepto la invitación que me hace el silencio ―un espacio
sagrado para refrescar mi alma agotada, para desenredar mis nudos internos―.
Allí encuentro a Jesús, me abraza con su sonrisa. No estoy sola, él está
conmigo. Mi fe en su amor sin condiciones y en el poder de su gracia me elevan
a una perspectiva de propósito, bendición y transformación.
Siento lo que siento y no me juzgo por ello. Identifico por nombre cada una
de las emociones que me visitan, las proceso a la luz del amor propio y la
autoempatía. Soy humana, me trato con paciencia, me hablo con amor.
Me permito llorar si así lo deseo, agua milagrosa que aligera mi carga e
ilumina mi camino más allá de mis circunstancias presentes.
Todo está patas arriba, todo lucha por mi atención, todo quiere
desestabilizarme. Todo, por despojarme de mi paz. Sin embargo, aquí en el
silencio, desde la quietud de mi jardín interior: despierto, me restauro, me
transformo.
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Amor y gracia,
Sandy