En el silencio sanamos, crecemos y florecemos.
Si haces una pausa y saboreas el momento presente, escucharás la voz del
silencio invitándote a una aventura en tu interior. No necesitas ausencia de
ruido, solo el deseo de respirar un poquito de paz, de cultivar armonía en el
jardín de tu alma.
Ahí, dondequiera que estés —en tu sala, en un
café, en el súper — puedes rendirte a ese dulce susurro de amor y afirmación que sale a tu
encuentro.
No trates de silenciar tu mente parlanchina; con amor y compasión toma de
la mano tu atención al aquí y ahora, al instante presente. Enfócate en el
compás de tu respiración, en esa calma que florece en el silencio —que no pide,
no exige, no condena, no reprocha—. “Ser” y no “hacer” es lo único que se
requiere de tu parte.
Eres amada, eres valiosa, eres especial, no por aquello que haces, sino
simplemente por existir. Consciente de tus luces y sombras, del regalo de la
imperfección, del don de sentir a todo color y no juzgarte por ello. Ahí, en
ese refugio secreto, en tu jardín interno, eres vestida de gracia, coronada de
paz, calzada de dirección.
Porque cuando haces una pausa, saboreas el presente y escuchas con bondad
el anhelo de tu alma, encuentras esa voz que te da plenitud. La dulce voz de
Dios.
Amor y gracia,
Sandy