No me comparo. Me quiero. Tengo paciencia conmigo.
Para todas las que nos hemos minimizado bajo opiniones distorsionadas.
Merezco estar muy consciente de mis luces, ya que la vida se encarga solita de recordarme mis sombras. Abrazo la invitación a descubrir cosas lindas en mí —las que me gustan, las que me hacen bien, las que despiertan plenitud y hacen sonreír mi alma.
Merezco hacer una pausa, mirar el camino recorrido y aplaudirme por las pruebas
superadas en el anonimato, por las lágrimas derramadas en silencio mientras
esperaba paciente el paso de la tormenta. Soy digna de mi admiración y respeto,
sin peros ni cuestionamientos. No desde la arrogancia, sino desde el amor
propio y la gratitud.
Merezco recordar que, no soy esclava de las acusaciones ni de las criticas
caprichosas y despiadadas de mi dialogo interior. Con paciencia, fe y constancia
lo educo para que sea mi buen compañero de viaje —portador de una voz amorosa,
coherente y empática, que añade, sostiene y fortalece.
Merezco hacer las paces con mis defectos, con mis errores, con el lienzo
multicolor de decisiones que adorna mi historia. Consciente de que la perfección
jamás ha sido buena aliada, y que el amor y la gracia proveen espacio seguro de
crecimiento constante. Un pasito a la vez, sin prisa ni competencia, solo la
satisfacción de mejorar cada día.
Merezco ser feliz. Experimentar la felicidad en lo simple, en lo cotidiano,
en mis emociones despeinadas, en mis circunstancias alocadas, en los días que siento
que estoy arriba y en los que la tristeza sale a mi encuentro. ¿Qué si se puede?
¡Por supuesto! A través de una perspectiva anclada en el amor, la fe y la esperanza.
Amor y gracia
Sandy