Tus imposibilidades son semillas de grandes posibilidades en las manos de Dios. Vístete de fe y esperanza.
Ella entendió
que no existe una varita mágica para hacer desaparecer las heridas del camino,
aunque le costó tiempo llegar a tal realización. Por momentos pensó que estaba
destinada a vivir con su deshonrosa carga interna —esa que nadie comprende,
nadie nota, nadie medica.
Sin embargo, en
el epicentro de su oscuridad se coló un dulce rayito de esperanza, un suave
susurro invitándola a descansar en una verdad superior que las que rodeaban su
vida. Y ella se atrevió a creer.
Un paso de fe
que desató la furia de sus razonamientos y dudas, pero a medida que se enfocaba
en la esperanza y en la acogedora melodía de amor que acariciaba su alma — consciente
de la realidad de su vulnerabilidad— descubrió que cada pisada alumbraba su
camino, y comenzó a sentirse mejor.
Entendió que a
veces hay que perderse para encontrar el camino, llorar para aprender a sonreír,
caerse para levantarse con más ganas, pero, sobre todo, descansar la mente y el
corazón en la mano soberana que abraza tu historia con gracia y propósito.
Continuó sintiéndose mucho mejor,
La
transformación ha sido lenta y continúa siéndolo, pero ese detalle parece
importarle poco. Se enamoró del proceso, se enamoró del camino. Hizo amistad
con la paciencia, encontró descanso en los brazos del arquitecto de su destino…
un día a la vez.
Amor y gracia,
Sandy