No aceptes migajas cuando hay un lugar reservado especialmente para ti en la mesa de Dios.
Es cierto, puede
que no puedas tapar el sol con un dedo, pero siempre tienes la libertad de mirar
a través de otra perspectiva. Si te lo dispones, puedes encontrar lo que tanto anhelas
y mucho más.
Por mucho tiempo
has escuchado el lamento de tus imposibilidades, el llanto estéril de algunas
heridas que han tardado más de la cuenta en cicatrizar y el argumento
desalentador de ciertos temores que han encontrado refugio en tus inseguridades,
y aprobación, en patrones de creencias equivocadas.
Por mucho tiempo
has tratado de encontrar reposo en la almohada de “el tiempo borra todas las
heridas”, para luego llegar a la realización de que la mochila sigue pesada, y
para colmo, ha causado llagas en los lugares secretos de tu corazón. Eso pasa cuando validamos las voces que niegan lo que Dios nos ha prometido y nos ha dado
como herencia por amor, simplemente por amor.
Cada segundo,
con cada respiración, se activa la invitación que Jesús te hace: llevarte de la
mano a su mesa, para que degustes la riqueza de sus promesas sin culpa ni vergüenza,
solo la honestidad de un corazón hambriento y agradecido.
En este sagrado
lugar, todo lo que angustia tu alma y te impide vivir en la plenitud que Dios
diseñó especialmente para ti, es intercambiado por su favor, su honra y su alegría.
Cuando te refugias en la seguridad de su esperanza, recibes dos bendiciones a
cambio de cada dificultad. Dios es nuestro padre misericordioso y la fuente de
todo consuelo.
Siembra esta poderosa
verdad en el jardín de tu corazón, riégala con tu fe y descansa en el amor de
Dios. ¿Demasiado bueno para ser verdad? Ay, amiga, ¿qué quieres que te diga? ¡Así
de maravilloso es nuestro Dios!
Recuerda: Fe es
creer, creer es recibir.
“En vez de su
vergüenza, mi pueblo recibirá doble porción; en vez de deshonra, se regocijará
en su herencia; y así en su tierra recibirá doble herencia, y su alegría será
eterna”. – Isaías 61:7 (NVI)
Amor y gracia,
Sandy