Recuerda, te has criticado a ti misma por años y no ha funcionado. Intenta aprobarte a ti misma y mira lo que pasa”. Louise L. Hay
¿Por qué somos
tan duras con nosotras mismas? ¿por qué entretenemos conversaciones en nuestro
interior que destruyen nuestra autoestima?
Desde que
abrimos los ojos en la mañana se activa una cantaleta —una voz crítica, cruel y
exigente que expresa sin timidez su inconformidad. Un susurro obstinado que nos
recuerda nuestras limitaciones, problemas y metidas de pata. En ocasiones, se
presenta con ayuda visual, pintando el peor escenario, el peor desenlace;
usando un tono desmoralizador para despertar sentimientos de culpa y vergüenza.
La buena noticia
es que no estamos solas, todos luchamos con esos pensamientos ladrones de gozo
y energía. La otra buena noticia es que, no somos víctimas de todo lo que
aterriza en nuestra cabeza, Dios nos ha dado las herramientas para transformar
constantemente la botánica de nuestro jardín mental.
Jesús viste nuestro corazón con su amor y fidelidad. Nos invita a creer, saborear y descansar en sus dulces promesas. Sí, el creador del universo está cerquita de ti recordándote siempre lo amada y valiosa que eres. ¿Sabes cómo se recibe y se crece a través de esa maravillosa verdad? Tratándote con la misma compasión y con la misma bondad con que Dios lo hace.
¿Cómo tratas a tu mejor amiga cuando llega llorando, vestida de ansiedad y desesperanza? Sigues el protocolo de un amor sano —la escuchas con detenimiento, validas sus sentimientos, secas sus lágrimas. Entre kleenex y palabras de afirmación le recuerdas sus fortalezas; con compasión le presentas una perspectiva donde puede anclar su alma. ¡Háblate como si fueras tu mejor amiga!
Háblate bonito,
habla bien de ti. Riégate con compasión, que Dios hace lo mismo contigo.
“No se inquieten
por nada; más bien, en toda ocasión, con oración y ruego, presenten sus
peticiones a Dios y denle gracias. Y la paz de Dios, que sobrepasa todo
entendimiento, cuidará sus corazones y sus pensamientos en Cristo Jesús”. –
Filipenses 4: 6-7 (NVI)
Amor y gracia,
Sandy