Mi vulnerabilidad es una expresión genuina de mi fortaleza.
Porque hay días que nos toca parar y platicar con las emociones filosas que juegan en nuestro jardín…
Aquí, con mi
tacita de café, en compañía del silencio.
Respiro, le doy
la bienvenida a la soledad.
Luchan por
ocupar mi terreno sagrado, pero solo les sonrío, les doy la bienvenida.
Estoy viva.
Tengo permiso de sentir lo que siento, y no me avergüenzo por ello.
Las identifico
por sus nombres y recuerdo que, de mi depende si llegan de pasada o se quedan
por tiempo indefinido.
Respiro, tomo
otro sorbo de café.
Tengo permiso de
sentir, pero también tengo el permiso y el deber de no dejarme controlar por
aquello que me arruga el alma e impide mi crecimiento.
Y, aunque mi
atención insiste en corretear con las chicas filosas, la llevo de la mano con
amor y compasión a mi espacio sagrado —ahí, donde florece la fe, la gracia y la
empatía divina.
En el regazo de
Jesús puedo ser vulnerable y honesta, sí, él me viste de fortaleza y dignidad.
“Concéntrense en todo lo que es verdadero, todo lo honorable, todo lo justo, todo lo puro, todo lo bello y todo lo admirable. Piensen en cosas excelentes y dignas de alabanza”. – Filipenses 4:8 NTV)
Amor y Gracia,
Sandy