Procesa tus emociones en la presencia de Dios. Él entiende, no avergüenza.
A veces soy muy
dura conmigo misma. Sacrifico mi esencia en el altar de mis propias
expectativas, exigiéndome más, mucho más de lo que puedo sostener.
¿A quién trato de impresionar? ¿Con quién pretendo
quedar bien?
Cuelo una taza de café e invito estas dos preguntas a una charla honesta. Respiro, le doy la bienvenida al silencio, y un nudo en la garanta me indica que toqué fondo —emocionalmente agotada, con un bullicio interno renuente al orden y a la calma.
“Discúlpame”,
dije con voz temblorosa y entrecortada, me regalé dulcemente un abrazo, y entre
lágrimas y palabras de afirmación recordé que, para poder amar a los demás
desde la belleza de mi esencia, primero debo elegir amarme a mí misma desde la
empatía y la compasión —honrando mis limites, mi tiempo de descanso , sin dar mayor explicación. Quien la necesita
no la pide y quien la pide probablemente no la necesita.
Prometo amarme
para poder amar a los demás como a mí misma.
Jesús contestó:
—“Ama al Señor
tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente”. Este es el
primer mandamiento y el más importante. Hay un segundo mandamiento que es
igualmente importante: “Ama a tu prójimo como a ti mismo”. – Mateo 22: 37:39
(NTV)
Amor y gracia,
Sandy