Jesús me quiere menos ocupada y más feliz. Consciente de su aprobación, reposada en su amor, segura en su gracia.
Tranquila, amiga, que no te voy a preguntar cuáles son tus metas para este nuevo año.
No sé si a ti te pasa, pero siento que no bien hemos
terminado de celebrar la Navidad, e inmediatamente somos embestidos con la
urgencia de elaborar una lista de todo lo que necesitamos alcanzar en las
próximas cincuenta y dos semanas.
Y no me refiero necesariamente a las exigencias
sociales y toda la cultura que envuelve el tema, sino a nuestro propio diálogo
interno—esa cantaleta continua que nos acosa con el estrés del mañana, pero nos
impide celebrar el hoy y el camino que valientemente ya hemos recorrido.
Esa vocecita disfrazada de sabiduría que nos inclina
a compararnos, a sentirnos estancadas, y hasta concluir que nada de lo que
hacemos jamás será suficiente.
¿Reconoces el aliento de esos pensamientos? Yo los
conozco muy bien.
Pero existe una voz superior, un suave susurro que
acaricia nuestra alma y nos invita al descanso. Si, Jesús nos invita a degustar
esa paz que solo su compañía provee.
Ahí, en la tranquilidad del momento, sin pretensiones
ni apuros, reposadas en sus brazos de amor y comprensión, entendemos que todo lo
demás que rodea nuestra vida, pequeño o grande, depende de la sencillez de este
sagrado momento.
Porque no son los sueños cumplidos ni la realización de grandes proyectos lo que da plenitud, sino vivir en el propósito tallado por Dios especíalmente para cada una de nosotras.
Esta perspectiva no solo nos permite enamorarnos del
proceso, sino también vivir libres de comparación.
Amiga, nos hace
bien hacer espacio en nuestra agenda para tomarnos un cafecito a solas con
Jesús, lejos del bullicio y las demandas sociales. Ahí encontramos descanso, propósito y dirección, sorbito a sorbito.
“Dios bendice a quienes aman su palabra y alegres la estudian día y noche. Son como árboles sembrados junto a los arroyos: llegado el momento, dan mucho fruto y no se marchitan sus hojas. ¡Todo lo que hacen les sale bien!” – Salmo 1:2-3 (TLA)
Amor y gracia,
Sandy