“La fe no es una epidural. Es una partera que está a mi lado diciendo ‘¡Puja!’. Se supone que duela”. – Brené Brown
Existe belleza
en los lugares rotos de tu corazón.
No te disculpes
por tus sentimientos —por tener la valentía de seguir adelante a pesar de
sentirte intimidada por las luchas que rodean tu vida de fe. Por aferrarte a
las promesas de Dios, al mismo tiempo que tu alrededor parece derrumbarse. Por
diariamente hacerle guerra a esos pensamientos cargados de desánimo y derrota.
La oposición que
tienes frente a ti es una clara indicación de que vas por el camino correcto.
¿Quién dijo que la transformación ocurre de
manera linear? Sería maravilloso, pero no es la realidad. La sanidad emocional
no es un evento de un día, sino pequeños y temblorosos pasitos de fe, un día a
la vez.
Nos hace bien
recordar que, Jesús no pretende perfección de nosotras. Llegó a nuestro mundo a
través de un árbol genealógico de personas imperfectas, para así identificarse
con nuestras debilidades, con nuestras frustraciones con nuestros miedos.
Caminó nuestras
calles, se sentó en nuestra mesa, escuchó nuestros silencios, secó nuestras
lágrimas, sanó nuestras heridas.
Amiga, puede que
no estés donde quisieras estar; quizás tus heridas han tardado más de lo que
pensaste en cicatrizar, pero de una cosa estoy segura: no estás sola, cada
lágrima es tomada en cuenta, estás en el camino correcto.
Jesús está contigo en cada parte del proceso.
Los rincones dolorosos de tu corazón encuentran sanidad en su toque amoroso.
Y, cuando
pensamos que nada está pasando, que estamos estancadas y que Dios se ha
olvidado de nosotras, es cuando más cerca estamos de ver los frutos de cada
paso de fe.
No te
desesperes, es normal que duela. Estás sanando, estás creciendo, estás
avanzando.
Jesús está
contigo.
«¡Miren! ¡La virgen concebirá un niño! Dará a luz un hijo, y lo llamarán Emanuel, que significa “Dios está con nosotros”». – Mateo 1:23 (NTV)
Amor y gracia,
Sandy