Que los mejores adornos que decoren nuestra casa sea la colección de momentos simples que con el tiempo se transforman en lindas memorias.
Hagamos las paces con la nostalgia y las emociones
encontradas que esta época del año despierta en muchas de nosotras.
Este año mi
familia ha sufrido la pérdida de dos seres que, aunque han dejado un legado de
resiliencia, también han dejado un inmenso vacío y dolor. Quizás
tú también estés en las mismas, ya sea por la partida de alguien importante en
tu vida o por alguna dificultad que te roba el descanso y la alegría.
Yo propongo refugiarnos en los brazos de Jesús y
disfrutar la verdadera esencia de la Navidad: Su presencia.
- Su presencia nos invita a sentir, a llorar, a ser vulnerables sin sentirnos culpables, sino amadas y comprendidas.
- Su presencia nos invita a sanar, a abrazar la esperanza, a soñar con nuevos comienzos.
- Su presencia nos invita a reflexionar, a estar presentes, a respetar el valor del tiempo, a apreciar la riqueza de lo cotidiano con las personas que amamos.
- Su presencia nos invita a celebrar. Celebrar con los que están, celebrar el legado de los que partieron, celebrar las tradiciones familiares y crear memorias inolvidables.
Si, la Navidad
trae emociones agridulces. Abrazar esta verdad nos sumerge en
una perspectiva que engrandece su esencia y minimiza lo superficial.
Así que, vamos a
poner nuestras casas hermosas como testimonio de que, aunque nuestras
circunstancias no sean perfectas, no estamos solas, Jesús está con nosotras.
Su presencia nos invita a sentir, a sanar, a
reflexionar y a celebrar.
¡Miren! ¡La
virgen concebirá un niño! Dará a luz un hijo, y lo llamarán Emanuel, que
significa “Dios está con nosotros”. – Mateo 1:23 (NTV)
Amor y gracia,
Sandy