Sin embargo, la realidad de nuestras emociones jamás debería poner en tela de Juicio el amor de Dios ni la fidelidad de sus promesas.
¿Puede la duda cohabitar con la fe?
¿Puede la ansiedad cohabitar con la esperanza?
¿Puede la felicidad cohabitar con la tristeza?
Crecimos creyendo que era uno u otro; todo o nada… sin
embargo, para muchos, esa fórmula ha causado más frustración que alivio, y más
cuando estás en proceso de transición —no estás donde estabas, pero tampoco
donde quieres estar.
Podemos tener fe en las promesas de Dios y al mismo
tiempo dudar que se hagan realidad en nosotras.
Sentirnos ansiosas y decidir poner nuestra esperanza
en lo que Dios nos ha prometido, a pesar de la vulnerabilidad de nuestros
sentimientos.
Podemos abrazar la tristeza y saborear la felicidad a
través de lo simple y cotidiano.
Y, es precisamente en ese dilema donde su gracia
florece a través de cada una de nuestras debilidades y cada uno de los
rinconcitos dolorosos de nuestro corazón.
Poco a poco… un pasito de fe a la vez, aunque nuestras
emociones nos hagan creer que vamos en el camino equivocado.
Querida amiga,
su gracia florece en tu debilidad, no en tu fortaleza.
Jesús entiende
tus sentimientos y es paciente contigo. Sé paciente contigo misma.
Las promesas de Dios se heredan con fe y paciencia. Un
pasito hoy y otro mañana.
Sal de paseo con
la paciencia, tiene mucho que dar y enseñar.
“Fue por la fe que hasta Sara pudo tener un hijo, a pesar de ser estéril y demasiado anciana. Ella creyó que Dios cumpliría su promesa”.
– Hebreos 11:11 (NTV)
Amor y Gracia,
Sandy