“Donde termina tu fuerza, comienza la gracia de Dios”
– Anónimo
Caminar en fe es
andar en vía contraria al razonamiento humano. Es tomar la decisión de creerle
a Dios, aunque nuestros pensamientos y emociones tengan los argumentos
perfectos para contradecirlo.
Se vale llorar.
Se vale sentir
lo que sientes.
Se vale admitir
el tamaño de la montaña.
Se vale
rendirse, pero solo a los pies de Jesús.
Ahí nuestras
lágrimas son atesoradas,
nuestras
emociones respetadas,
nuestras heridas
tratadas con dignidad.
Y, en esa lucha
interna, donde la duda y la vulnerabilidad hacen todo lo posible por apagar la
llama de nuestra debilitada fe, el poder de su amor entra en acción, calmando
todos nuestros temores, haciéndose fuerte en nuestra fragilidad
Puede que
sientas que no pasa nada, pero Jesús sí está obrando a tu favor.
Abraza esta
verdad con gratitud y humildad.
¿Estás dispuesta a creer antes de ver?
¿Estás dispuesta a poner tu mirada en Jesús, aunque
todo a tu alrededor parezca tambalear?
Puedes sentirte
sola, pero no lo estás.
Jesús está
contigo. Su mano soberana te abraza, te cuida y abre un camino seguro en medio
de lo imposible.
Se vale saltar a
los brazos de Jesús con más preguntas que respuestas.
Se vale sentir
temor al mismo tiempo que nos movemos en fe.
Aquí no importa
la velocidad, sino la dirección.
Amiga, nuestras
expectativas siempre deben estar al nivel de la soberanía y el amor de Dios, nunca
al nivel de nuestras dudas y limitaciones humanas.
Dios lo dijo.
Dios lo cumple.
Dios lo
prometió. Dios lo hará.
Todo en la vida
es variable, pero la palabra de Dios permanece para siempre. Podemos construir
nuestra vida en esta maravillosa seguridad.
Los zigzags también son parte del camino y a través de ellos nuestra fe se fortalece —aprendemos a ver la mano de Dios haciendo milagros en los pozos secos de nuestras circunstancias.
¿Estás dispuesta
a creer antes de ver?
¿Estás dispuesta
a poner tu mirada en Jesús, aunque todo a tu alrededor parezca tambalear?
“El Señor es mi roca, mi fortaleza y mi
salvador; mi Dios es mi roca, en quien encuentro protección. Él es mi escudo,
el poder que me salva y mi lugar seguro”.
– Salmo 18:2
(NTV)
Amor y gracia,
Sandy