Si pretendiéramos menos y abrazáramos más la belleza en nuestra imperfección, fuéramos conscientes de la lluvia de gracia que Jesús nos ofrece cada día.
Todas estamos
rotas…
Todas tenemos
capítulos en nuestra historia que preferimos leer en voz baja.
Heridas que han
tardado más de lo esperado en cicatrizar.
Sueños guardados
en un cajón que nunca se hicieron realidad.
Luchas internas
que preferimos cargar en silencio por lo complicado de tratar de explicarlo con
palabras.
Temores, inseguridades,
donde en un mundo de Instagram y fotos retocadas construimos la percepción
equivocada de que todos los demás están en su mejor momento, aun en medio de la
pandemia, menos nosotras.
Hemos hecho del
perfeccionismo un estándar, mientras internamente nos consumimos en nuestra
incapacidad de lograr sus absurdas exigencias.
Pero justo en
medio del caos que se cuela en nuestro interior —nos sentimos estancadas,
incapaces, incomprendidas o simplemente solas— siempre contamos con la elección
de saltar a los brazos de Jesús, aunque nuestros sentimientos nos quieran
perpetuar a su miseria.
Deja que la gracia de Dios espante tus miedos.
Sí, podemos
correr a los brazos de Jesús en nuestro momento más bajo. Ahí siempre
encontramos el consuelo y la aprobación que tanto anhelamos y necesitamos.
Si se lo
permitimos, Jesús puede transformar las piezas rotas de nuestra historia en una
fuente inagotable de gracia y propósito.
Amiga, cuando
desnudamos nuestras heridas, cuando le ofrendamos nuestro dolor, somos
embestidas con un tsunami de misericordia y favor.
En sus manos tus
heridas son sagradas. Él no avergüenza. Al contrario, te recuerda que su gracia
es todo lo que necesitas, que su poder se hace fuerte en tu vulnerabilidad.
Usa tu mente
para meditar en la profundidad de su amor por ti y en la veracidad de sus
promesas.
Usa tus labios
para hablar en la misma frecuencia de su aprobación y su gracia.
Usa tu fe para
caminar en la dirección de la opinión que él tiene de ti.
Puede que todas
estemos abolladas, pero también es cierto que Dios se especializa en usar
vasijas rotas como trofeo de su gracia.
Te invito a
descansar tu mente y corazón en las palabras del Salmo 34:5
“Los que buscan su ayuda estarán radiantes de
alegría; ninguna sombra de vergüenza les oscurecerá el rostro”. – Salmo 34:5
(NTV)
Amor y Gracia,
Sandy