Tres cosas la mantienen de pie: Su gracia, Su presencia y el poder de la oración.
La fe no es una línea
recta.
El camino de la
fe tiene sus altas y bajas. Hay momentos donde nos sentimos en el tope de la
montaña, listas para caminar en las promesas que Jesús ha susurrado a nuestro
corazón.
Nuestra
perspectiva es clara. El camino está alumbrado. Sentimos a Jesús cerquita,
presente y claro en sus diálogos —primavera espiritual que refresca y anima.
Tenemos la
valentía de mirar a nuestro gigante a la cara y decirle sin flaquear: Para Dios no hay nada imposible. Si Él lo prometió,
Él se encargará de hacerlo realidad en mi vida.
Sin embargo, los
días grises también son parte fundamental de nuestro peregrinaje.
Su llegada tiende
a confundirnos, hasta que logramos entender que es el valle donde aprendemos a
escalar la montaña —fácil en teoría, más no en la práctica.
La duda se cuela
tímidamente en nuestros pensamientos insinuando que “de pronto”, “que quizás”, “que
probablemente”, estamos perdiendo el tiempo en creer promesas que humanamente
no tienen ningún sentido.
Lo que en la luz
logramos tocar y degustar a través de fe, en la oscuridad sentimos que es
demasiado bueno para ser verdad.
El razonamiento y la lógica entran en acción con argumentos fundamentados y bien elaborados.
Pero,
justo en medio de ese vaivén emocional debemos recordar que no necesitamos el
aplauso de nuestros sentimientos, ni la aprobación de nuestras emociones para
avanzar en el camino que Jesús ha trazado para cada una de nosotras.
Se vale abrazar la vulnerabilidad y caminar en fe, aunque sea cojeando.
Si Dios lo
prometió, descansa segura en su cumplimiento, aunque tus sentimientos te hagan
sentir lo contrario.
¡No permitas que
la lógica te impida saltar y refugiarte en los brazos de Jesús!
Descansa en Su
amor incondicional.
Descansa en Su
mano soberana.
Descansa en
saber que Su respuesta a nuestra oración supera nuestras expectativas.
Y sí, si sientes
que es demasiado bueno para ser verdad, lo más seguro es que estás en la
presencia de las promesas de Dios. Acarícialas con tu fe.
¡Salta en los
charcos de la vida con tus botas de colores! Porque lo que Dios promete, lo
cumple.
“Dios tiene
poder para hacer mucho más de lo que le pedimos. ¡Ni siquiera podemos imaginar
lo que Dios puede hacer para ayudarnos con su poder!” – Efesios 3:20 (TLA)
Amor y Gracia,
Sandy