viernes, septiembre 25, 2020

SANANDO, CRECIENDO, AVANZANDO.


 

La sanidad emocional no es un evento de un día, sino pequeños y temblorosos pasitos de fe de la mano de Jesús.

 



Existe belleza en los lugares rotos de nuestro corazón…

Puede que sea una afirmación difícil de digerir, principalmente si todavía estamos sanando, soltando y cerrando capítulos.

No te disculpes por sentirte como te sientes —por tener la valentía de seguir adelante a pesar de sentirte intimidada por las luchas que rodean la vida de fe. Por aferrarte a las promesas de Dios, al mismo tiempo que tu alrededor pareciera derrumbarse. Por diariamente hacerle la guerra a pensamientos de desánimo y derrota

 

La oposición que tienes frente a ti es una clara indicación de que vas por el camino correcto.

 

¿Quién dijo que la transformación ocurre de manera linear? Sería una maravilla, pero no creo que sea la realidad. Mi experiencia se asemeja más a un garabato de un niño de preescolar o a una montaña rusa de peligro extremo. Como dice la escritora e investigadora del poder de la vulnerabilidad, Brené Brown: “La fe no es una epidural. Es una partera que está a mi lado diciendo ‘¡Puja!’. Se supone que duela”.

La buena noticia es que Jesús nunca pretendió perfección para ninguna de nosotras. Decidió llegar a nosotros a través de un árbol genealógico de personas imperfectas, para así identificarse con nuestras debilidades, con nuestras frustraciones con nuestros miedos.

Caminó nuestras calles, se sentó en nuestra mesa, escuchó nuestros silencios, secó nuestras lágrimas, sanó nuestras heridas y pagó con su propia vida el precio de nuestra libertad.

Amiga, puede que no estés donde quisieras estar; quizá tus heridas han tardado más de lo que pensaste en cicatrizar, pero de una cosa estoy segura: no estás sola, cada lágrima es tomada en cuenta, estás en el camino correcto.

 Jesús está contigo en cada parte del proceso. Los rincones dolorosos de tu corazón encuentran sanidad en su toque amoroso.

Y cuando pensamos que nada está pasando, que estamos estancadas y que Dios se ha olvidado de nosotras, es cuando más cerca estamos de ver los frutos de cada paso de fe.

No te desesperes, es normal que duela. Estás sanando, estás creciendo, estás avanzando.

“Los que buscan su ayuda estarán radiantes de alegría; ninguna sombra de vergüenza les oscurecerá el rostro”. – Salmo 34:5 (NTV)

Amor y gracia,

Sandy