Una cosa es saber que Dios nos ama y otra muy distinta creer que Dios me ama a mí.
Y es que desde
niñas a muchas nos tocó escuchar algunos adultos decir cosas como:
Mira, pórtate
bien, que a Papá Dios no le gustan los niños malcriados.
No hagas eso,
Papá Dios te está mirando.
Papá Dios está
triste porque la niña se está portando mal.
Obviamente, nos
decían esto sin malicia alguna, pero cuando se crece en una sociedad donde se
habla más de las cosas que a Dios no le gustan, que de la magnitud de su amor y
misericordia, adoptamos patrones de creencias equivocados y dolorosos.
Muchos corazones
heridos.
Muchos corazones
hambrientos de tener un encuentro orgánico con Jesús,
Muchos corazones
que se debaten entre la opinión de un Dios inflexible y apático, y el anhelo de
un Dios amoroso, misericordioso y lleno de gracia.
¿Sabías que
Jesús está más interesado en tu corazón que en modificar tu conducta?
Cuántas veces
creemos conocer a alguien en base a la opinión de terceros, y después cambiamos
de opinión y decimos: “Yo pensaba que fulano era pesado, pero es muy simpático y agradable”.
De igual manera,
Jesús quiere que lo conozcamos por experiencia y no por referencia, y más si
esa referencia no representa su carácter y esencia.
Si condena, no
es Jesús.
Si te hace
sentir indigna, no es Jesús.
Si te avergüenza,
no es Jesús.
Desde antes de
nacer conocía nuestras culpas y fracasos. Desde el vientre de nuestra madre su
gracia bordó en el lienzo de su corazón nuestro rescate.
En sus manos
nuestras heridas más profundas son tratadas con respeto y dignidad.
En su presencia
no necesitamos pretender algo que no somos. Podemos acercarnos libremente sin
temor al rechazo.
Bajo la bandera
de su amor sanamos, crecemos y somos transformadas.
Poco a poco.
Un día a la vez.
Una promesa a la
vez.
Porque cada
pasito de fe cuenta.
Porque cuando
nos sabemos amadas no hay nada ni nadie que impida que disfrutemos de las
bendiciones que Dios ha reservado para cada una de nosotras.
Recuerda: La
gracia y el amor de Dios superan cualquier experiencia dolorosa en tu vida.
“Aun si nos
sentimos culpables, Dios es superior a nuestros sentimientos y él lo sabe todo.
Queridos amigos, si no nos sentimos culpables, podemos acercarnos a Dios con
plena confianza”. – 1 Juan 3:20-21 (NTV)
Amor y Gracia,
Sandy