La verdadera plenitud no es una vida carente de luchas y lágrimas, sino la valentía de un corazón humilde que se atreve a rendir sus desiertos a Jesús, y es acogido bajo el brazo protector de su gracia.
Cuando te
sientes estancada en la vida.
Cuando sientes
que nadie aprecia lo que haces.
Cuando eres todo
para los que te rodean, pero no parece ser recíproco.
Corre a sus brazos, cuéntale tus dilemas. Llora si es necesario y no te disculpes por ello.
Cuando las
preocupaciones de mañana te roban la alegría de hoy.
Cuando tus
sueños parecen haber perdido la brújula y comienzas a dudar de su validez.
Cuando tus pensamientos
parecen mercado y tus emociones se niegan a cooperar.
Quédate quieta.
Suelta todo a sus pies; descansa tu mente y corazón en la seguridad de su
abrazo.
Escucha los
latidos de su corazón; no hacen falta palabras. El poder sanador de su amor
espanta tus miedos, restaura los callejones dolorosos de tu alma.
Si la
desesperanza te arropa y sientes deseos de llorar.
Si las dudas
llueven sobre tu cabeza y parece que Dios te ha olvidado.
Si la confianza te
dejó solita y la imposibilidad sale a tu encuentro.
Cierra tus ojos físicos,
abre los de tu interior. Si prestas atención, entenderás que no estás sola. Nunca
lo has estado. Jesús está contigo.
¿Lo ves? Te
regala su mejor sonrisa, seca con sus manos las lágrimas que cubren tus mejillas.
Te mira fijamente, y de dice: “No temas. Yo estoy aquí contigo. Yo te ayudo”.
No es solo saber
que Jesús nos ama, pero, sobre todo, ser receptivas a la grandeza de su amor y
crecer a través de esta maravillosa verdad.
Amiga, cuando
somos conscientes del amor de Dios hacia nosotras, principalmente cuando
sabemos que no lo merecemos, experimentamos cualidades de su carácter de manera
íntima, personal, cercana.
Su amor calma nuestros
temores.
Su amor eleva
nuestra perspectiva.
Su amor sana los
lugares rotos de nuestro corazón.
Su amor opera milagros.
Su amor nos da plenitud en medio de la imposibilidad humana.
Recibe su amor con humildad y gratitud, justo en medio de las circunstancias que rodean tu vida.
“Clamé: «¡Me
resbalo!», pero tu amor inagotable, oh Señor, me sostuvo. Cuando mi mente se
llenó de dudas, tu consuelo renovó mi esperanza y mi alegría”. – Salmo 94:
18-19 (NTV)
Amor y Gracia,
Sandy