viernes, mayo 01, 2020

ALGO LINDO VIENE POR AHÍ



“Levántate, pequeño girasol… incluso en el caos, eres libre de florecer”. -Morgan Harper Nichols



Jesús no vino a aplaudir la perfección, sino a amar, levantar y bendecir al caído.
Aunque para ella era un sábado como cualquier otro, para Jesús era un día muy especial. Un día de grandes sorpresas y celebración.

Con mucha dificultad se bañó, se vistió y mirándose al espejo suspiró. Tibias lágrimas rodaron por sus mejillas, y aunque no dijo una sola palabra, la elocuencia de su corazón fue escuchada atentamente por su creador. Definitivamente no era un sábado como cualquier otro.

Sus heridas eran tan profundas, su dolor tan vergonzoso, sus cadenas tan pesadas, que pensaba que estaba condenada a caminar encorvada, al fin de cuentas por dieciocho años esa ha sido su realidad.

Su anhelo de ser libre la llevó por caminos que agravaron más su condición, abortando cualquier rayito de esperanza que le permitiera soñar con un nuevo comienzo.

Ya sentada en la congregación, mirando al suelo, escuchaba las voces de aquellos que de frente se compadecían de ella, pero a su espalda la condenaban, criticaban y se burlaban.

Estaba emocionalmente gastada y espiritualmente a punto de darse por vencida.

Había escuchado hablar de Jesús, sabía que había algo diferente en Él, pero estaba segura de que era casi imposible que la tomara cuenta en medio de tantas personas. Decía en sus adentros: “Cuanto me gustaría ser libre de mi aflicción.”

¿Habrá algo imposible para Dios? Lo que para muchos era una reunión más en la sinagoga, para Jesús era una cita divina. Él había orquestado todo para vestirla de justicia, honra y dignidad.

Contra toda incredulidad, expectativa y protocolo, Jesús hizo cuatro cosas que dejaron a sus mayores críticos echando chispas y a esta mujer bailando de alegría.

Jesús la vio, Jesús la llamó, Jesús le habló, Jesús la tocó.


“Mujer, quedas libre de tu enfermedad.” -Jesús



¡Y en ese mismo instante la mujer se enderezó y comenzó a alabar a Dios!

Cual girasol en las manos de Jesús se dejó abrazar por el amor de su mirada, y a la luz de su gracia—Favor inmerecido, gratuito de Dios— encontró su libertad y un nuevo comienzo.

Porque es precisamente, querida amiga, en nuestra dependencia, en nuestra rendición, en nuestra debilidad e incapacidad de hacer las cosas en nuestras propias fuerzas donde su poder y plenitud se manifiestan y perfeccionan en nosotras.

“El llanto podrá durar toda la noche, pero con la mañana llega la alegría”. 
– Salmo 30:5 (NTV)

Amor y Gracia,

Sandy