Si pretendiéramos
menos y abrazáramos más nuestra imperfección, fuéramos conscientes de la lluvia
de gracia que Jesús nos ofrece cada día.
Todos estamos
rotos…
Todos tenemos capítulos
en nuestra historia que preferimos leer en voz baja.
Heridas que han
tardado más de lo esperado en cicatrizar.
Sueños guardados
en un cajón que nunca se hicieron realidad.
Luchas internas
que preferimos cargar en silencio por lo complicado de tratar de explicarlo
con palabras.
Temores, fracasos,
donde en un mundo de Instagram y Facebook, nuestra percepción equivocada de la
vida de los demás, podría hacernos sentir que todos están en su mejor memento, menos
nosotras.
Hemos hecho del
perfeccionismo un estándar, aunque internamente nos consumimos en nuestra
incapacidad de lograr sus absurdas exigencias. A veces, nos sentimos estancadas,
otras veces, incapaces, incomprendidas o simplemente solas.
Pero, justo en
medio de nuestro caos interno—de nuestras emociones abolladas, de nuestra lucha
mental— siempre contamos con la elección de saltar a los brazos de Jesús, aunque
nuestros sentimientos nos quieran perpetuar en su miseria.
La fidelidad de
Dios está por encima nuestro estado de ánimo. Su palabra destruye argumentos
que contradicen su verdad, y la verdad es que Él nos ama y puede hacer muchísimo
más de lo que podamos imaginar o pedir.
Si se lo permitimos, Jesús puede transformar las piezas rotas de nuestra historia en una fuente inagotable de gracia y propósito.
Amiga, cuando
desnudamos nuestras heridas, cuando le ofrendamos nuestro dolor, somos embestidas
con el tsunami de su misericordia y favor.
En sus manos tus
heridas son sagradas. Él no avergüenza. Al contrario, te recuerda que su gracia
es todo lo que necesitas, que su poder se hace fuerte en tu vulnerabilidad.
Usa tu mente
para meditar en la profundidad de su amor por ti y en la veracidad de sus
promesas.
Usa tus labios
para hablar en la misma frecuencia de su aprobación y su gracia.
Usa tu fe para
caminar en la dirección de la opinión que Él tiene de ti.
Puede que
todas estemos abolladas, pero también es cierto que Dios se especializa en usar
vasijas rotas como trofeo de su gracia.
Te invito a
descansar tu mente y corazón en las palabras del Salmo 34:5
“Los que buscan su ayuda estarán radiantes de
alegría; ninguna sombra de vergüenza les oscurecerá el rostro”. – Salmo 34:5
(NTV)
Amor y Gracia,
Sandy