viernes, enero 24, 2020

LA GRACIA DE SOLTAR Y RECIBIR



“Gracia es el amor que se preocupa, se inclina y rescata". 

- John Stott



¿Qué quieres que haga por ti?

Imagínate a Jesús a tu lado, esperando una respuesta de tu parte.

¿Qué le dirías? ¿Cuál fuera tu reacción? ¿Te refugiaras en la seguridad de su abrazo? ¿Te perdieras en la aprobación de su mirada?

Aunque estemos conscientes o no, diariamente Jesús nos invita a acercarnos con confianza a su trono de gracia para abrazarnos con su favor en nuestro momento de mayor necesidad.

Pero, muchas veces, validamos más las voces del temor, la culpa y la duda, quedando atrapadas en las garras de una vergüenza vestida de humildad —seguras del poder de Dios y de su amor, pero no de que se puedan hacer realidad en nuestras vidas.

¡Mentira, y mil veces mentira!


La gracia de Dios nos abraza en el momento que menos la merecemos, pero cuando más la necesitamos.



La gracia de Dios no está reservada para los perfectos y obedientes, sino para aquellos que encajan bajo la categoría de insensato, débil, bajo y despreciado. Los que sabemos que hasta para obedecer necesitamos el favor de Dios.

En la medida que rendimos nuestras armas —nuestra mentalidad de querer ganar la aceptación de Dios en nuestras propias fuerzas y nos dejamos amar por Él en medio de nuestros dilemas y cuestionamientos, encontramos la esencia de la verdadera libertad en el aplauso de un Jesús misericordioso, paciente, comprensivo y amoroso.

¿Qué quieres que haga por ti?

Suelta tus temores. Refúgiate en su amor, ahí el temor no tiene acceso a ti.

Suelta la necesidad de querer ganar su aprobación en tus propias fuerzas. Recibe su favor inmerecido sin cuestionamientos.

Suelta los recuerdos dolorosos de tus malas decisiones. Recibe su perdón absoluto. Perdónate a ti misma por no saber lo que ahora sabes. Acepta tus fracasos como semillas de sabiduría y crecimiento.

Suelta tu imperfección. Recibe su aprobación. Su poder se perfecciona en tus áreas de mayor vulnerabilidad.

Se necesita humildad para recibir lo que sabemos que no merecemos; fe, para abrazar la magnitud de la gracia otorgada; gratitud, para apreciarla y misericordia para compartirla con otros.

Jesús sale a tu encuentro para amarte y restaurarte, no para condenarte.

“Así que acerquémonos con toda confianza al trono de la gracia de nuestro Dios. Allí recibiremos su misericordia y encontraremos la gracia que nos ayudará cuando más la necesitemos”.  – Hebreos 4:16 (NTV)

Amor y gracia,

Sandy