Tres cosas la mantienen
de pie: Su presencia, Su gracia y el poder de la oración.
Cada respiración
abre paso a una invitación que sana, restaura y transforma.
Sin importar las
circunstancias que rodean tu vida, diariamente puedes contar con esta fuente
inagotable de gracia y misericordia reservada especialmente para ti.
Si tomamos en
consideración que respiramos aproximadamente 41,000 veces al día, tenemos
cuantiosas nuevas oportunidades para ser receptivas al banquete que Jesús nos
ofrece a través del regalo de la oración.
Cuando aprendemos
a ver la oración como un privilegio y no como un compromiso para llenar espacio
en nuestra agenda religiosa, somos transformadas en la dulzura de su presencia.
Su presencia nos
invita a dialogar sin necesidad de palabras rebuscadas sino con la simpleza y
humildad de un corazón sediento y dispuesto a recibir.
Su presencia nos invita a confiar, a soltar, a desnudar nuestro corazón sin temor al rechazo.
Jesús entiende nuestro silencio y la
elocuencia de nuestros suspiros. Y es precisamente en su presencia donde
encontramos verdadero significado y plenitud.
Podemos
conversas con Jesús de muchas maneras: en nuestro pensamiento, en voz audible,
en el silencio, en la contemplación de la naturaleza, en la meditación de su
palabra, solo por mencionar algunas.
Una de mis favoritas es, a través de un diario
de oración, esa libretica reservada para escribir lo que muchas veces no
podemos expresar de otra manera.
Siempre me gusta
dejar un espacio en blanco para anotar sus susurros de amor y afirmación que
llegan a través de un pensamiento, de un fragmento de la Biblia, de una
canción, de un sabio consejo, en fin, sus recursos para llamar nuestra atención
son muy especiales y creativos.
En la medida que
seas receptiva a su presencia, te aseguro que descubrirás la manera perfecta
que se adapte a tu personalidad y estilo de vida.
41,000 nuevas
oportunidades para ser sanadas, restauradas y transformadas.
“Tú me enseñaste
a vivir como a ti te gusta. ¡En tu presencia soy muy feliz!
¡A tu lado soy
siempre dichoso!” – Salmo 16:11 (TLA)
Amor y Gracia,
Sandy