“A medida que
abrazas tu identidad como amada por Dios, comenzarás a valorarte a ti misma de
la manera que Dios lo hace”. – Bonnie Gray
Entonces, te
regalé una sonrisa de esas que solo yo puedo dar, y acariciando tu rostro te
dije:
Date permiso de
recibir tu identidad en mí. No eres esas opiniones que tanto te restan, tampoco
esos sentimientos que contradicen lo que pienso de ti.
¡Eres amada! ¡Aprobada! ¡Valiosa! ¡Bendecida!
Ser receptiva a
mi amor incondicional hace polvo las ataduras mentales y emocionales que
impiden tu progreso.
Date permiso de
soltar las heridas del pasado. ¡Lo que pasó, pasó! Cada instante te ofrezco la
oportunidad de un nuevo comienzo. Descansa en mi providencia, reposa tu mente y
corazón en mi gracia.
Cada vez que
esos pensamientos intenten robarte la paz, mírame a mí, mira a la cruz. Medita
en mis promesas. Dibuja en el lienzo de tu imaginación el cumplimiento de cada una de ellas en tí.
Recuerda: Todo
en la vida es pasajero, pero mi palabra permanece para siempre. Puedes
construir tus sueños y planes sobre esta verdad inconmovible.
Tus sentimientos
pueden hacerte creer que aún sigues atada a las cenizas de tu pasado, pero hay
una realidad mucho mayor que gobierna tu vida —mi amor, mi gracia, mi presencia, mi soberanía—.
Date permiso de
bailar sin vergüenza al ritmo de cada una de mis promesas. Puedes construir tu
vida en mi fidelidad. No te desanimes cuando sientas que algunas de ellas
tardan más que otras en cumplirse, simplemente estoy preparando tu vida y tu
corazón para que las disfrutes a plenitud y no las confundas con coincidencias
humanas.
“Si confías que mis planes son de bien y no de mal, puedes relajarte y disfrutar el momento presente”.
– Sarah Young, Jesús Te Llama
Me agrada darte
lo mejor de mí; me regocijo en gran manera cuando recibes mis bendiciones con
un corazón sencillo y agradecido —como niña que no conoce de tristezas ni fracasos.
¡Mi gracia es
mayor que todas tus heridas, que todas tus imperfecciones, que todas tus malas
decisiones!
Date permiso de
recibirla sin cuestionamientos y sin vergüenza. Y si tus sentimientos te hacen
sentir indigna de este derroche de cariño, recuérdales que precisamente de eso
se trata la gracia —de recibir gratuitamente lo que sabes que no mereces.
Recibe con
humildad y gozo la misericordia que derramo constantemente sobre tu vida.
Yo soy Jesús,
Enmanuel—Dios contigo.
Amiga, así de
especial eres para Dios. Déjalo quererte, abrazarte, sanarte y restituirte.
“Por lo tanto, es Dios quien decide tener
misericordia. No depende de nuestro deseo ni de nuestro esfuerzo”. – Romanos
9:16
Amor y Gracia,
Sandy