Correr a los
brazos de Jesús debe ser nuestra respuesta inmediata, no nuestro último
recurso.
Confiarle a Jesús
los rincones más vulnerables de nuestro corazón no es tan dificil como parece.
Por un lado,
anhelamos su abrazo incondicional y perdernos en la seguridad de su amor.
Pero
con frecuencia las voces del temor y la duda hablan con tal elocuencia que
terminamos sacrificando nuestra fe en el altar de la lógica humana.
Soñamos con la
idea de ver sus promesas cumplidas en nuestras vidas, pero el susurro constante
de nuestras malas decisiones no tarda en recordarnos que no somos merecedoras
de tal privilegio.
Y así dejamos
pasar la vida, aceptando argumentos y razonamientos que nos hacen prisioneras
de nuestra historia. Como si el amor y misericordia de Dios estuvieran
reservados para los más santos y perfectos.
¿Por qué? ¿Por
qué se nos hace tan fácil rendirnos ante esta distorsión del carácter de Dios?
Simple: Porque
no conocemos su corazón hacia nosotras.
Es que los parámetros divinos no son los del hombre.
Pensamos que
debemos ganarnos su amor y su aprobación en nuestras propias fuerzas. Entonces,
cuando fallamos, caemos en frustración y creemos que Dios está enojado con nosotras
o que está muy ocupado para escuchar nuestro clamor.
Cuando rendimos
nuestro razonamiento y recibimos el amor de Dios, principalmente en nuestro
momento más bajo, seremos testigos de su toque milagroso y de la seguridad que
solo encontramos en sus brazos de gracia.
“Este amor nunca falla. Este amor te da propósito, significado y razón para vivir”.
– Gregory Dickow
Amiga, no es nuestra
habilidad de amar a Dios y servirle lo que nos hace victoriosas, sino nuestra
incapacidad de ayudarnos a nosotras mismas, y recibir con humildad su amor
cuando sabemos que no lo merecemos.
Lee el párrafo
anterior mil veces si es necesario. Cópialo, escríbelo en una libreta. Pídele a
Jesús que te revele la profundidad de su amor por ti.
Vale la pena emprender
el viaje. Te aseguro será lo más importante que hagas en toda tu vida. En Su
amor está la plenitud de la vida.
Y a medida que rindes
tu corazón a la dulzura de su amor, te sentirás cómoda abriendo los lugares más
vulnerables y las heridas más profundas de tu corazón.
Caminarás en la seguridad de sus promesas aunque tus circunstancias dicten lo contrario.
Descansa en la
verdad de que Jesús te entiende y que sus brazos de amor siempre te sostendrán.
¿Amén?
¡Amén!
“Es mi deseo que
experimenten el amor de Cristo, aun cuando es demasiado grande para
comprenderlo todo. Entonces serán completos con toda la plenitud de la vida y
el poder que proviene de Dios”. – Efesios 3:19 (NTV)
Amor y Gracia,
Sandy