“Gracia es amor
que se preocupa, se inclina y rescata”.
– John Stott
Es un lugar de
honor, un privilegio, una verdadera bendición.
Hay gran
curiosidad entre los presentes en saber para quien está reservada la silla,
pero el anfitrión no da detalles, guarda con mucho celo el espacio a su mano
derecha.
El
perfeccionista cree merecerlo…
El religioso
asume que se lo ha ganado…
El moralista
presume su ética y exigen reconocimiento…
Y aunque ninguna palabra fue dicha,
la intención en sus corazones fue leída con fluidez y soltura. Ignoran que
entre los presentes hay un experto en leer corazones, entender lágrimas y
redimir lo irredimible.
No es en mi autosuficiencia, sino en mi dependencia, humildad e incapacidad cuando soy abrazada por la gracia de Dios.
Cuando llegó la
hora de revelar el nombre del agraciado muchos quedaron paralizados de cólera —ni en sus sueños más locos hubiera ocurrido tal desenlace. Pero Jesús
siempre tiene una sorpresa debajo de su manga soberana.
Con una sonrisa rebosante
de amor y una mirada exageradamente llena de paz y afirmación, cedió la silla a
su derecha a quien todos conocían por sus imperfecciones, sus fracasos y faltas.
Algunos preferían llamarla vasija rota, y fue precisamente su incapacidad de
ayudarse así misma, sus heridas vergonzosas y su disfuncionalidad lo que llamó
la atención de su Salvador.
En la seguridad
de su amor las piezas de su rompecabezas cobraron sentido. En su abrazo de aprobación encontró sanidad,
propósito, restauración y un nuevo comienzo.
Amiga, así de extravagante
es la gracia de Dios; tan grande y maravillosa que nos cuesta entenderla en
nuestra limitada humanidad. Pero con su ayuda y paciencia podemos disfrutar de
inmediato de esta revelación progresiva que Jesús nos ofrece gratuitamente.
Y es precisamente
lo que el enemigo ha usado para hacerte sentir indigna lo que Jesús usará a tu
favor para sanarte, restaurarte y restituirte.
¡Suelta la carga!
¡Su gracia es suficiente!
“Por lo tanto,
es Dios quien decide tener misericordia. No depende de nuestro deseo ni de
nuestro esfuerzo”. – Romanos 9:16 (NTV)
Amor y Gracia,
Sandy