viernes, agosto 02, 2019

LA SILLA AL LADO DE JESÚS

“Gracia es amor que se preocupa, se inclina y rescata”. 

– John Stott



Es un lugar de honor, un privilegio, una verdadera bendición.

Hay gran curiosidad entre los presentes en saber para quien está reservada la silla, pero el anfitrión no da detalles, guarda con mucho celo el espacio a su mano derecha.

El perfeccionista cree merecerlo…

El religioso asume que se lo ha ganado…

El moralista presume su ética y exigen reconocimiento… 

Y aunque ninguna palabra fue dicha, la intención en sus corazones fue leída con fluidez y soltura. Ignoran que entre los presentes hay un experto en leer corazones, entender lágrimas y redimir lo irredimible.


No es en mi autosuficiencia, sino en mi dependencia, humildad e incapacidad cuando soy abrazada por la gracia de Dios.



Cuando llegó la hora de revelar el nombre del agraciado muchos quedaron paralizados de cólera ni en sus sueños más locos hubiera ocurrido tal desenlace. Pero Jesús siempre tiene una sorpresa debajo de su manga soberana.

Con una sonrisa rebosante de amor y una mirada exageradamente llena de paz y afirmación, cedió la silla a su derecha a quien todos conocían por sus imperfecciones, sus fracasos y faltas.

 Algunos preferían llamarla vasija rota, y fue precisamente su incapacidad de ayudarse así misma, sus heridas vergonzosas y su disfuncionalidad lo que llamó la atención de su Salvador.

En la seguridad de su amor las piezas de su rompecabezas cobraron sentido.  En su abrazo de aprobación encontró sanidad, propósito, restauración y un nuevo comienzo.

Amiga, así de extravagante es la gracia de Dios; tan grande y maravillosa que nos cuesta entenderla en nuestra limitada humanidad. Pero con su ayuda y paciencia podemos disfrutar de inmediato de esta revelación progresiva que Jesús nos ofrece gratuitamente.

Y es precisamente lo que el enemigo ha usado para hacerte sentir indigna lo que Jesús usará a tu favor para sanarte, restaurarte y restituirte.

¡Suelta la carga! ¡Su gracia es suficiente!

“Por lo tanto, es Dios quien decide tener misericordia. No depende de nuestro deseo ni de nuestro esfuerzo”. – Romanos 9:16 (NTV)

Amor y Gracia,

Sandy