“Derrite tu
corazón recordando la gracia”.
– Timothy Keller
¿Qué quieres que
haga por ti?
Imagínate a Jesús
a tu lado esperando una respuesta de tu parte. ¿Qué le dirías? ¿Cuál fuera tu
reacción? ¿Te refugiaras en la seguridad de su abrazo? ¿Te perdieras en la
aprobación de su mirada?
Aunque estemos
conscientes o no, diariamente Jesús nos invita a acercarnos con confianza a su
trono de gracia, para abrazarnos con su favor en nuestro momento de mayor
necesidad.
Pero, muchas veces
validamos más las voces del temor, la culpa y la duda, y quedamos atrapadas en
las garras de una vergüenza vestida de humildad —seguras del poder de Dios y de
su amor, pero no de que se puedan hacer realidad en nuestras vidas.
¡Mentira y mil
veces mentira!
La gracia de Dios nos abraza en el momento que menos la merecemos, pero cuando más la necesitamos.
La gracia de
Dios no está reservada para los perfectos y obedientes, sino para aquellos que
encajan bajo la categoría de insensato, débil, bajo y despreciado. Los que
saben que hasta para obedecer necesitan el favor de Dios.
En la medida que
rendimos nuestras armas —nuestra
mentalidad de querer ganar la aceptación de Dios en nuestras propias fuerzas, y nos dejamos amar por Él en medio de nuestros
dilemas y cuestionamientos, encontramos la esencia de la verdadera libertad en
el aplauso de un Jesús misericordioso, paciente, comprensivo y amoroso.
¿Qué quieres que
haga por ti?
Suelta tus
temores, la culpa, la ansiedad, la preocupación, la necesidad de querer
controlarlo todo, y recibe su amor, su gracia, su perdón, su confianza, paz
mental, estabilidad emocional y un nuevo comienzo.
Se necesita humildad
para recibir lo que sabemos que no merecemos; fe, para abrazar la magnitud de
la gracia otorgada; gratitud, para apreciarla, y misericordia para compartirla
con otros.
Jesús sale a tu
encuentro para amarte y restaurarte, no para condenarte.
“Así que
acerquémonos con toda confianza al trono de la gracia de nuestro Dios. Allí
recibiremos su misericordia y encontraremos la gracia que nos ayudará cuando
más la necesitemos”. – Hebreos 4:16
(NTV)
Amor y gracia,
Sandy