Y aunque no todo
era color rosa sonreía llena de esperanza, consciente de que las mismas manos
que crearon el universo eran las misma que sostenían el pincel y las acuarelas
de su historia.
Porque para
poder abrazar la plenitud que tanto anhelamos necesitamos soltar todo aquello
que drena, resta y limita.
Su vida estaba
lejos de ser perfecta, y aunque en sus años mozos soñaba con la idea de que todas
las piezas de su rompecabezas ocuparan su lugar correspondiente, las piedras, los
tropiezos y los desvíos rompieron su bola de cristal, y ahí comenzó la
aventura.
En su momento era
más una tortura china que cualquier otra cosa, pero gracias a las manos que la sostuvieron
y que la sostendrán siempre, puede mirar atrás desde una perspectiva menos
crítica y más compasiva hacia ella misma.
Finalmente, logró entender que la verdadera transformación
ocurre cuando te desprendes de lo que quisiste que fuera y no fue, para tomar
posesión de lo que nunca esperaste y fue muchísimo mejor.
“En una aplastante ansiedad, ella encontró una gracia aplastante”. – Morgan Harper Nichols
Amiga, y es
precisamente cuando rendimos a los pies de Jesús nuestras heridas, nuestras
carencias y nuestros lugares rotos que encontramos lo que Él siempre ha
querido darnos en abundancia —su amor, su favor, su comprensión, su presencia,
su aprobación, su fortaleza y la plenitud que solo Él puede proveer.
A medida que saltamos
sin culpa ni vergüenza en el río de su gracia somos liberadas de toda carga innecesaria, y nos aferramos a las cosas que verdaderamente llenan, nutren y nos
hacen florecer.
Porque, aunque
no todo sea color rosa en nuestras vidas podemos sonreír, conscientes de que las
mismas manos que crearon el universo son las mismas que sostienen el pincel y las
acuarelas de nuestra historia.
“Que todo lo que
soy alabe al Señor; que nunca olvide todas las cosas buenas que hace por mí”. –
Salmo 103:3 (NTV)
Amor y gracia,
Sandy