A veces la luz
al final del túnel llega vestida de afirmación y esperanza en los labios de
alguien que nos quiere de verdad.
Entonces se
acercó y me dijo:
Tus sentimientos
son válidos. Tienes toda la razón de sentirte como te sientes, y no podría
cuestionarte por ello. Estoy segura de que si me encontrara en tus zapatos seguramente
reaccionaria igual. Estás en todo tu derecho y yo te entiendo.
Yo también he sufrido
abollones que me han dejado comiendo polvo, incapaz de ver más allá de mis
heridas —como si de repente todo a nuestro alrededor le faltara color, sazón y
sentido. “No es un maíz”, como decimos los dominicanos.
La fe tambalea, las
emociones entran en estado de pánico, los sueños se desvanecen, y sentimos que
todo lo que nos tocó años construir tienta con derrumbarse en un abrir y cerrar
de ojos.
“Yo estoy contigo, hija”. Me dijo Jesús con su mejor sonrisa.
Y en ese
instante las cosas están obligadas a cambiar para bien. No porque lo merezcamos,
sino porque Jesús nos lleva en sus brazos.
Este no es el
momento de pensar que Dios se ha olvidado de ti…
Este no es el
momento de mirar atrás y desear haber tomado mejores decisiones…
Este no es el
momento de rendirte ante el desánimo y ante la realidad que te rodea.
¡Mírame a los
ojos y escucha bien lo que te voy a decir!
Si Dios está a
tu favor, ¿quién podrá ponerse en tu contra?
Para él no hay
nada imposible. Dios puede hacer en tu vida muchísimo más de todo lo que puedes
imaginarte o pedir.
Él es quien te
rescata de las circunstancias difíciles, quien te viste de favor y
misericordia.
¡Descansa en los
brazos de aquel que no solo puede, sino que también quiere! Aférrate a esta
decisión por encima de la oposición de tus sentimientos o de las dudas que
agobian tus pensamientos.
¿Sabes lo que
veo en ti?
Un camino
abierto.
Un futuro lleno
de esperanza patrocinado por la gracia de Dios.
¡Créele a Jesús!
“Los que
siembran con lágrimas cosecharán con gritos de alegría”.
– Salmo 126:5
Amor y gracia,
Sandy