Dios nos creó
dependientes de él para que seamos más que suficientes en él.
Hace algún
tiempo publiqué una foto muy bonita con el siguiente mensaje: "La vida con Jesús
es divertida", pero cada vez que me encuentro con ella en mi computadora hay
algo en mi interior que no encaja en su totalidad.
No sé, ahora me
suena más a sticker de carro o muletilla que a la realidad.
No porque al
lado de Jesús no disfrutemos de momentos divertidos, sino porque su caminar con
nosotras no se trata necesariamente de condiciones perfectas, sino de algo
mucho más profundo y muchísimo más valioso que la idealización de un mundo
color rosa —justo en medio de nuestras heridas, nuestros temores y la montaña
rusa de nuestras emociones.
Es posible ser
valiente, llorona, determinada, vulnerable, sensible y temerosa
—todo al mismo tiempo—, sin culpa ni vergüenza. Ya que confiar en Dios es una decisión que toma un segundo hacerla, y toda una vida en crecer a través de ella.
—todo al mismo tiempo—, sin culpa ni vergüenza. Ya que confiar en Dios es una decisión que toma un segundo hacerla, y toda una vida en crecer a través de ella.
Tres cosas la mantienen de pie: Su gracia, Su presencia y el poder de la oración.
Es experimentar
la autoridad de su presencia en nuestro momento más amargo, al mismo tiempo que
la dulzura de su compañía dibuja sonrisas con cada una de nuestras lágrimas.
Es la grandeza
de su gracia ungiendo cada herida dolorosa con bálsamo de sanidad,
restauración, destino y propósito.
Es el poder de
su amor que nos sorprende con bendiciones que superan nuestras expectativas,
haciéndonos bailar en la punta del pie de la felicidad, justo en medio de
nuestras circunstancias imperfectas.
Amiga, recuerda
que nuestra insuficiencia es suficiente en las manos de Dios. Puedes descansar
tu mente y corazón en esta verdad. Es más, Jesús te invita a hacerlo.
¡Estas aguas
pasarán!
“Por ese motivo
padezco estos sufrimientos. Pero no me avergüenzo, porque sé en quién he
creído, y estoy seguro de que tiene poder para guardar hasta aquel día lo que
le he confiado”. - 2 Timoteo 1:12
Amor y gracia,
Sandy