Detrás de cada
mujer valiente y determinada existen circunstancias y heridas que intentaron
destruirla, pero sobre todo una historia de Gracia que la hizo renacer.
Hay belleza en
los lugares rotos de tu corazón. Hay belleza en tu imperfección.
Jesús usa
vasijas rotas, no como su última opción, sino como su primera. Mira belleza en
nuestra disfuncionalidad porque a través de ella nos abraza con su gracia, nos
revela nuestro valor y nos corona de belleza y dignidad.
Dicho en sus propias palabras: “Yo vine a
invitar a los pecadores para que regresen a Dios, no a los que se creen buenos”.
Eso no quiere
decir que vamos a vivir como nos da la gana para poder experimentar el amor de
Jesús. No, de ninguna manera. Pero Dios sabiendo nuestras limitaciones humanas
creó un plan de salvación muchísimo antes de que nuestra falta de sabiduría nos
hiciera tomar decisiones pobres y dolorosas.
Su plan es tan
perfecto que Jesús decidió venir al mundo a través de un árbol genealógico de
personas imperfectas, con pasado vergonzoso, para identificarse con nuestra
carencia y fragilidad.
“Jesús tomó tu castigo y Dios te dio crédito por la perfección de Jesús”. -Max Lucado
Me parece
fascinante pensar que cuando Jesús dijo que no vino a buscar a los que se creen
justos era invitado de honor en un banquete lleno de pecadores con reputación
cuestionable.
Pero su
comentario no fue dirigido a ellos, sino a los líderes religiosos de la época,
quienes cegados por su justicia propia y orgullo perdieron la oportunidad de
sentarse a la mesa con el Hijo de Dios.
Amiga, Jesús no
quiere que veas tus fracasos, debilidades y culpas como un obstáculo, sino como
una oportunidad para que su amor y su gracia sobreabunden a través de las
heridas más profundas de tu corazón.
Mientras la
perfección hace alarde de sus supuestos logros y autosuficiencia, la gracia
florece a través de la experiencia del fracaso, de nuestra imposibilidad de ayudarnos
a nosotras mismas y de nuestra total dependencia en nuestro Salvador.
¡Cada lágrima es
tomada en cuenta!
Descansa tu
mente y corazón en el Dios que no solo puede, sino que también quiere.
“Ustedes conocen
la gracia generosa de nuestro Señor Jesucristo. Aunque era rico, por amor a
ustedes se hizo pobre para que mediante su pobreza pudiera hacerlos ricos”.
– 2 Corintios
8:9 (NTV)
Amor y gracia,
Sandy