El pesebre nos
enseña que nuestras circunstancias no definen nuestra identidad ni limitan el
propósito de Dios para nuestras vidas.
Jesús prefirió
venir al mundo a través de un árbol genealógico de personas imperfectas, bajo
circunstancias envueltas en caos y carencias, para identificarse de manera
personal con nuestras debilidades y desiertos.
Orquestó todo a la
perfección sin pasar por alto ningún detalle —creció en nuestro vecindario,
caminó nuestras calles, nos regaló su sonrisa… por treinta y tres años en el
anonimato, nos conoció, nos amó y consideró que éramos suficientemente
valiosos para dar su vida por cada uno de nosotros.
Amiga, independientemente
de la estación que tu corazón esté viviendo en esta Navidad, el festejado te
declara invitada de honor y te recuerda que Él es tu Enmanuel —Dios Contigo…
El Camino seguro
donde puedes construir tus sueños…
La Verdad
soberana que define tu identidad….
La Vida que
resucita el deseo de seguir adelante a pesar de las circunstancias que te
rodean…
La Puerta que revela tu propósito y le da
significado a todo lo que haces…
El Buen Pastor
que te rescata en tu momento de mayor vulnerabilidad, debilidad y confusión…
El Pan de Vida
que sacia los anhelos más profundos y secretos de tu corazón…
Pon tu mirada en
Jesús, suelta tus cargas y déjate acariciar por la dulzura de Su misericordia,
porque en su celebración, eres invitada de honor.
“Y llamará su
nombre Admirable, Consejero, Dios fuerte, Padre eterno, Príncipe de paz”.
– Isaías 9:6
Amor y gracia,
Sandy