Confiar en Dios
es una decisión que toma un segundo hacerla y toda una vida en crecer a través
de ella.
Hace algún
tiempo publiqué una foto muy bonita con el siguiente mensaje: La vida con Jesús
es divertida. Pero cada vez que me encuentro con ella en mi computadora hay
algo en mi interior que no encaja en su totalidad.
No sé, ahora me
suena más a sticker de carro o muletilla que a la realidad.
No porque al
lado de Jesús no disfrutemos de momentos divertidos, sino porque su caminar con
nosotras no se trata necesariamente de condiciones perfectas, sino de algo
mucho más profundo y muchísimo más valioso que la idealización de un mundo
color rosa —justo en medio de nuestras heridas, nuestros
temores y la montaña rusa de nuestras emociones.
Es posible ser valiente, llorona, vulnerable, sensible y temerosa —todo al mismo tiempo—.
Es experimentar
la autoridad de su presencia en nuestro momento más amargo, al mismo tiempo que
la dulzura de su compañía dibuja sonrisas con cada una de nuestras lágrimas.
Es la grandeza
de su gracia ungiendo cada herida dolorosa con bálsamo de sanidad,
restauración, destino y propósito.
Es el poder de
su amor que le da sentido a cada capítulo de nuestra historia, regalándonos
belleza en lugar de cenizas, traje de fiesta en vez de desaliento, lluvia de
bendición en vez de luto.
Amiga, recuerda
que tu insuficiencia es suficiente en las manos de Dios y que estas aguas
también pasarán.
“Por ese motivo
padezco estos sufrimientos. Pero no me avergüenzo, porque sé en quién he
creído, y estoy seguro de que tiene poder para guardar hasta aquel día lo que
le he confiado”, - 2 Timoteo 1:12
Amor y gracia,
Sandy