La gracia no es
para ser razonada. La gracia es para ser recibida.
¿Cuáles son los
“peros” que te impiden abrirle las heridas de tu corazón a Jesús?
Todas tenemos
historias que preferimos leerlas en voz baja porque alguna vez nos hicieron
sentir avergonzadas —heridas que han tardado más de
la cuenta en cicatrizar.
Hemos aprendido
a sonreír cuando nuestro corazón llora —somos expertas en maquillar nuestros
temores y el anhelo de ser amadas, valoradas y aceptadas tal como somos.
De manera sutil
e inconsciente, muchas veces hemos puesto a Dios al nivel de nuestras
experiencias dolorosas, y asumimos que Él nos va a tratar de la misma manera
que otros lo han hecho.
¡Qué equivocadas
estamos!
Cuando decidimos creerle a Dios en medio de nuestra vulnerabilidad somos abrazadas por la fuerza de su amor y su gracia.
La esencia de la
gracia es que es un favor gratuito e inmerecido. No hay nada que podamos lograr
en nuestras propias fuerzas para ganarla o merecerla, porque es un regalo de
Dios.
¡Jesús pagó en
precio de nuestra libertad con su propia vida!
La gracia es
Jesús mismo corriendo a nuestro encuentro en nuestro peor momento, no sólo para
vestirnos de dignidad, sino también para echar la casa por la ventana,
celebrando nuestro regreso.
La gracia es
aquel que nos encuentra al punto de ser apedreadas, nos defiende y nos dice:
“Vete y no peques más. Yo tampoco te condeno.”
La gracia rompe con todos los protocolos sociales y nos sorprende en el pozo de nuestra miseria con palabras de perdón, sanidad, restauración y nuevos comienzos.
Se necesita
humildad para recibir lo que sabemos que no merecemos; fe, para abrazar la
magnitud de la gracia otorgada; gratitud, para apreciarla, y misericordia para
compartirla con otros.
No te sorprendas
si a tu mente le cuesta digerir esta verdad tan maravillosa. Muchas veces
podría ser vista como una difícil facilidad, simplemente porque es tan buena
que confronta nuestros parámetros naturales.
En estos días
leí unas palabras en Instagram que representan esta verdad a la perfección: Jesús, dejando las noventa y nueve para
encontrar una, parece ilógico, irracional y sin sentido ... hasta que esa “una”
eres tú.
La gracia no se razona, la gracia se recibe, Y
a medida que nos dejamos amar por Jesús, experimentamos la victoria que tanto
hemos anhelado…poco a poco, paso a paso, disfrutando cada parte del camino —seguras
en sus brazos, perdidas en su mirada.
“Y como es
mediante la bondad de Dios, entonces no es por medio de buenas acciones. Pues,
en ese caso, la gracia de Dios no sería lo que realmente es: gratuita e
inmerecida.” – Romanos 11:6 (NTV)
Amor y Gracia,
Sandy