Jesús te invita
a recibir Su amor y Su gracia sin peros, cuestionamientos, culpa ni vergüenza.
¿Qué quieres que haga por ti?
¿Qué respondieras
si fuera Jesús quien te preguntara?
¿Dejaras que tus
lágrimas articulen los anhelos de tu corazón? ¿Te refugiaras
en la seguridad de su abrazo? ¿Te perderías en
la aprobación de su mirada?
Lo cierto es que
diariamente Jesús nos invita a acercarnos con confianza a su trono de gracia,
para cubrirnos de misericordia y favor en nuestros momentos de mayor necesidad.
Pero muchas
veces terminamos validando más las voces del temor, la culpa y la duda, y
quedamos atrapadas en las garras de la vergüenza, vestida de humildad —seguras
del poder de Dios, pero no de su amor por nosotras.
¡Mentira y mil
veces mentira!
La gracia de Dios nos abraza en el momento que menos la merecemos, pero cuando más la necesitamos.
La gracia de
Dios no está reservada para los perfectos y obedientes, sino para aquellos que
encajan bajo la categoría de insensato, débil, bajo y despreciado. Los que
saben que hasta para obedecer necesitan el favor de Dios.
En la medida que
rendimos nuestras armas, nuestra mentalidad de querer ganar la aprobación de
Dios en nuestras propias fuerzas, y nos dejamos amar por Él en medio de
nuestros dilemas y cuestionamientos, encontramos la esencia de la verdadera libertad
en los brazos de amor, sanidad y aprobación de nuestro Salvador.
¿Qué quieres que
haga por ti?
Suelta tus
temores, la culpa, la ansiedad, la preocupación, la necesidad de querer controlarlo
todo y recibe su amor, su gracia, su perdón, su confianza, paz mental,
estabilidad emocional y un nuevo comienzo.
Jesús te ama tal
como eres. Deja que su amor se encargue del resto.
Me ha enviado a
darles una corona en vez de cenizas, aceite de alegría en vez de luto, traje de
fiesta en vez de espíritu de desaliento. – Isaías 61:3 (NVI)
Amor y gracia,
Sandy