Nuestra arma más
poderosa se encuentra en sabernos amadas por Jesús y ser receptivas a su amor
incondicional por nosotras, principalmente en medio de nuestros errores y
fracasos.
Jesús te entiende,
Jesús te escucha, Jesús te habla…
Muchas veces se
nos hace más fácil hablar con una amiga y buscar un consejo, que hacer una cita
con nosotras mismas y confrontar a la luz de la opinión de Dios las heridas que
llevamos en nuestro interior.
Obviamente, no
hay nada de malo en hablar con una amiga, desahogarnos y buscar un buen
consejo, pero hay un tiempo determinante en la vida de cada una de nosotras
donde debemos saltar a los brazos de Jesús, pararnos firmes en su palabra, y
dejar que su voz de amor y aprobación defina la manera en que nos vemos a
nosotras mismas, y marque el ritmo de cada una de nuestras decisiones.
Amarme a mí misma comienza en creer, vivir abrazar y celebrar la opinión que Dios tiene de mí.
Y justo en medio de ese caos interno y ese
lleva y trae de razonamientos, se cuela la dulce voz de Jesús recordándote lo
amada y valiosa que eres.
Amiga, el amor de Dios por ti no está condicionado al tamaño
de tu fe, a tu madurez espiritual ni a tu registro de buena conducta.
Jesús no vino a
aplaudir la perfección, sino a amar, levantar y restaurar al caído. Por eso en
medio de tus desiertos puedes refugiarte en sus brazos sin temor al rechazo.
En la cruz Jesús
destronó todos tus temores para que vivas cada día en la plenitud de Su amor.
¡Eres definida
por Su amor!
¡Levántate y
resplandece, que tu luz ha llegado! ¡La gloria del Señor brilla sobre ti! –
Isaías 60:1
Amor y gracia,
Sandy