No necesito el
aplauso de mis sentimientos ni la aprobación de mis emociones para creerle a
Dios y avanzar en el camino que él ha trazado para mí.
¡Emociones!
¡Emociones! ¡Emociones!
Por momentos nos
hacen sentir que somos dueñas del mundo, que tenemos todo bajo control, para
luego romper nuestra burbuja y hacernos sentir confundidas, temerosas y sin
norte en la vida.
Todo puede estar
marchando sobre ruedas, pero un simple comentario o un pensamiento no grato
crean un tsunami de sentimientos con el potencial de robarnos la paz,
amargarnos el día y transformar nuestro interior en una montaña rusa de peligro
extremo.
¡Qué sensación más horrible! ¿Verdad que sí?
A todos nos
pasa. A mí me pasa. Es más, creo que es una batalla que tenemos que ganar
diariamente, y en la medida que aprendemos a sintonizar nuestros pensamientos
en la frecuencia de Dios y no en la de nuestros miedos, avanzamos en la
dirección correcta.
Mientras más firme creas que Él te está cuidando, más cambiarán tus pensamientos y sentimientos, y menos serás víctima de emociones y comportamientos poco saludables – Joseph Prince
Nuestras
emociones son un regalo de Dios. Sin ellas fuéramos androides aburridos e
insípidos, pero con ese regalo también vino un dispositivo llamado dominio
propio, que nos permite estar en control de nuestra vulnerabilidad y no lo
contrario.
El antídoto perfecto para contrarrestar esos
días donde nuestras emociones amanecen despeinadas podría ser contrario a
nuestro razonamiento, pero su efectividad es indiscutible: hacer de la opinión
de Dios nuestra opinión; su palabra, nuestra autoridad soberana; sus promesas,
nuestro alimento y su amor, nuestro lugar de reposo.
Ok. Me explico:
como nuestras emociones tienden a ser un reflejo de lo que dejamos aterrizar en
nuestra mente, debemos hacer de la opinión de Dios nuestra torre de control —lo que
se ordena a su verdad tiene entrada, lo que no, se manda a freír buñuelos—.
Recuerda: un
pensamiento sana otro pensamiento.
Jesús no quiere que mis pensamientos deambulen en el valle de la culpa y la condenación. Él quiere que esté consciente de Su amor y de Su gracia.
Amiga, Jesús
quiere que medites en su amor, en su misericordia, en lo valiosa y especial que
eres para él. Quiere que aprendas a encontrar tu fortaleza en su reposo, y que
sus promesas sean el GPS de tus decisiones. Descansa en la gracia y en el amor
de Jesús, hasta que llegues al punto donde creerle sea tan normal como
respirar.
¡No te
desanimes! No necesitas la aprobación de tu estado de ánimo para caminar en
victoria.
¡Tú guardarás en
perfecta paz a todos los que confían en ti; a todos los que concentran en ti
sus pensamientos! – Isaías 26:3
Amor y Gracia,
Sandy