La sanidad emocional no es un evento de un día, sino pequeños pasitos
de fe de la mano de Jesús.
Te encontró en
cadenas—incapaz de moverte, hablar, ayudarte o defenderte. Vio belleza en ti
cuando aún estabas en harapos, y no vaciló en abrazarte en tu peor momento.
Salió a tu
encuentro celebrando tu regreso. Feliz de volverte a ver, emocionado de tenerte
otra vez entre sus brazos.
Al principio no
entendías lo que estaba sucediendo, pues esperabas su rechazo y desaprobación,
pero poco a poco te perdiste en la dulzura de su mirada y en el jardín de paz
que sus palabras sembraban en el desierto de tu corazón.
“Emmanuel, Emmanuel, Emmanuel”, te dijo una y
otra vez—afirmando tu vida en la seguridad de su presencia, calmando la
ansiedad que había en tu interior.
Confrontó con su
mirada tus temores y les dijo, “¡Déjenla en libertad! Ella es mía y yo la amo.
Es mi princesa que estaba perdida y al fin la he encontrado.
¡Suéltenla! ¡Es
mía! Tus adversarios
huyeron despavoridos ante la autoridad de su voz.
La gracia va más allá de la misericordia. La misericordia le dio al hijo prodigo una segunda oportunidad. La gracia le hizo una fiesta. – Max Lucado
Te tomó entre
sus brazos, te besó en la mejilla, te atrajo hacia su pecho, y entre mimos y
palabras de afirmación susurró a tu oído, “No te imaginas cuanto he anhelado
este momento.”
Amiga, el camino
puede parecer largo y doloroso, pero su presencia nunca se aparta de ti. Sus
promesas son tu baluarte, y en la seguridad de su amor encuentras reposo para
tu alma y significado para cada lágrima derramada.
Lo que el enemigo usó para tratar de
destruirte, Dios lo está usando para promoverte, restituirte y derramar su
gracia sobre ti.
Pero yo te
restauraré y sanaré tus heridas –afirma el Señor– Jeremías 30:17
Amor y gracia,
Sandy