La esperanza te
recibe con una sonrisa, recordándote que lo mejor está por llegar. Animándote a
confiar, a seguir adelante, a soltar y a descansar en el cuidado de Dios.
Al anochecer
decidieron cruzar el Mar de Galilea. Todo iba sobre ruedas —tranquilo, relajado
y sin ninguna novedad —. Como en aquella época no había iphone, Facebook ni
Instagram, supongo que unos optaron por echar una siesta, mientras otros le
hacían compañía al capitán para que se mantuviera alerta durante el trayecto.
Pero a mitad de
camino la historia hizo un giro inesperado, de esos que encajan a la perfección
con el dicho: "La vida te puede cambiar en un instante", lo cual es
fantástico cuando te ganas la lotería, pero cuando sientes que tu vida corre
peligro, no es nada divertido.
Así que
sorpresivamente se desató una tormenta con vientos huracanados, y mientras
trataban de sobrevivir al siniestro, vieron a Jesús caminando sobre las aguas
en su dirección.
Envueltos en
terror y con sus corazones palpitando a mil por hora, escucharon su dulce voz
decirles: “No tengan miedo, que soy yo”.
Justo en el momento cuando te sientes cansada, abrumada y decidida a enganchar la toalla, calificas para un milagro de Dios.
Debemos abrazar
la verdad de que nuestra insuficiencia es suficiente en las manos de Dios, y
mientras más rápido lo creamos, más rápido entraremos en su reposo.
En medio de
tu momento más oscuro, donde sientes que Dios se ha olvidado de ti, donde
piensas que todo está perdido, donde tus temores han tomado el control de tus
pensamientos y emociones, justo ahí llega Jesús para anunciar esperanza y
salvación.
Hace su entrada
triunfal con su sonrisa de misericordia y sus palabras rebosantes de gracia y
afirmación. Te dice:
No tengas miedo,
que soy yo quien está contigo.
No tengas miedo, que soy yo quien levanta tu
cabeza.
No tengas miedo, que soy yo quien suple todas
tus necesidades.
No tengas miedo, que soy yo quien espanta
todos tus temores.
No tengas miedo, que soy yo quien cumple los
anhelos de tu corazón.
No tengas miedo, que soy yo quien hace
prosperar tu camino.
No tengas miedo, que soy yo quien remueve las
personas que intentan hacerte daño.
No tengas miedo, que soy yo quien te devuelve
belleza en lugar de cenizas.
Rinde tu mente y corazón a la melodía de su dulce voz, y deja que la sinfonía de su amor sane cada herida, cada recuerdo, cada pensamiento equivocado.
Podemos llorar
en la tormenta; desesperarnos en la tormenta; ponernos ansiosas en la tormenta;
esperar lo peor en la tormenta; o secarnos las lágrimas, poner nuestra mirada
en Jesús y recibirlo a bordo de nuestra situación, para llegar con paso firme a
nuestro destino —victoriosas, llenas de fe, esperanza, crecimiento y nuevos
comienzos—.
Eres bendita
porque creíste que el Señor haría lo que te dijo. – Lucas 1:45
Amor y Gracia,
Sandy