Hay heridas tan profundas en nuestro interior donde solamente el toque
sanador de Jesús tiene acceso a ellas.
Todas, de una
manera u otra, tenemos un equipo de porristas que nos animan en este viaje
llamado vida —la amiga optimista, que siempre
resalta nuestra cualidades positivas ; la amiga que le falta un tornillo, que
nos hace reír a carcajadas cuando nuestras circunstancias están bautizadas en
zumo de limón ; la amiga aventurera, que nos saca de nuestra zona de comodidad
y nos hace ver la vida desde otra perspectiva, y la amiga coach, que siempre
tiene la palabra correcta para cada resfriado del alma.
Pero, aunque
cada una de ellas es una pieza importante en nuestra vida,
hay momentos donde pensamos que nadie nos entiende, nos sentimos ignoradas
y hasta ponemos en tela de juicio la fidelidad de la amistad. Hasta que entendemos
que hay desiertos emocionales que sólo se superan en el regazo y en el abrazo
de nuestro amado Jesús.
Jesús te ama, Jesús te entiende, Jesús te escucha, Jesús conoce tu corazón.
Aunque los días grises
no son muy populares, también tienen su encanto. ¡Claro! en el momento no son
nada divertidos, pero a medida que rendimos nuestra insuficiencia, nuestras
lágrimas y nuestros quebrantos a los pies de Jesús, somos abrazadas por su
sobreabundancia —sobreabundante amor, sobreabundante misericordia,
sobreabundante fortaleza, sobreabundante provisión, sobreabundante paz,
sobreabundante gozo, sobreabundante estabilidad—.
Y es
precisamente en esa entrega donde ganamos la confianza de aplaudirnos a
nosotras mismas cuando nadie más lo hace, cuando nadie más entiende nuestro
proceso.
Amiga, si alguna
vez te has sentido así, ¡no te desanimes! No estás sola. Jesús está contigo en
cada parte del camino y promete restituir cada una de tus lágrimas en belleza,
crecimiento y celebración.
Pero yo te
restauraré y sanaré tus heridas —afirma el Señor—. - Jeremías 30:17
Amor y gracia
Sandy