El desaliento intentará venir a nuestras mentes para bajar nuestras
cabezas, pero Jesús quiere levantar nuestras cabezas y hacernos radiantes. –
Katherine Ruonala
… Y cuando pensé
que hablaba sola, interrumpiste mi silencio con palabras de amor y afirmación.
¡Cuánta
paciencia has tenido conmigo! Gracias por caminar al paso que puedo andar y por
no añadir carga a mi abrumado corazón. ¡Al contrario!, tu simple compañía me
refresca, me restaura, me hace soñar con un nuevo comienzo.
No te importa
tocar mis llagas, vendar mis heridas, enjugar mis lágrimas, y acompañarme en
cada parte el proceso.
No te enojas
cuando te cuestiono ni me cierras las puertas de tu corazón cuando valido la
voz de la duda por encima de tu verdad. Sólo me abrazas un poquito más fuerte y
me dices: Yo estoy aquí contigo. Yo soy tu lugar seguro. En mis brazos el temor
no tiene acceso a ti.
… Y justo cuando pienso que no hay esperanza para mí, tu gracia sale a mi encuentro con cantos de redención, restitución y victoria.
Tu poder se hace
fuerte en mi debilidad; me das bellezas en lugar de cenizas, traje de fiesta en
vez de desaliento, alegría en vez de luto, dignidad en vez de vergüenza,
libertad en vez de condenación.
Entonces entendí
que la victoria no es un evento de un día, sino la combinación de pequeños y
temblorosos pasitos de fe en medio del temor, la duda y emociones despeinadas.
Sí, mi victoria
comienza aquí, en el regazo de Jesús —en mi vulnerabilidad,
imperfección y sentimientos encontrados —. Cual niña herida que corre a los brazos seguros de su padre y encuentra
amor, aceptación y reposo.
“Nosotros no
hemos recibido el espíritu del mundo sino el Espíritu que procede de Dios, para
que entendamos lo que por su gracia él nos ha concedido.”
– 1Corintios 2:12 (NVI)
– 1Corintios 2:12 (NVI)
Amor y gracia,
Sandy