La gracia no es
para ser razonada. La gracia es para ser recibida.
¿Cuáles son los
“peros” que te impiden abrirle las heridas de tu corazón a Jesús?
Todas tenemos
historias que preferimos leerlas en voz baja porque alguna vez nos hicieron
sentir avergonzadas. También tenemos heridas que han tardado más de la cuenta
en cicatrizar.
Hemos aprendido
a sonreír cuando nuestro corazón llora —somos expertas en maquillar nuestros
temores y el anhelo de ser amadas, valoradas y aceptadas tal como somos.
De manera sutil
e inconsciente, muchas veces hemos puesto a Dios al nivel de nuestras
experiencias dolorosas, y asumimos que Él nos va a tratar de la misma manera
que otros lo han hecho.
¡Qué equivocadas
estamos!
Cuando decidimos creerle a Dios en medio de nuestra vulnerabilidad somos abrazadas por la fuerza de su amor y su gracia.
La esencia de la
gracia es que es gratuita e inmerecida. No hay nada que podamos lograr en
nuestras propias fuerzas para ganarla o merecerla, porque es un regalo de Dios.
Y no porque no haya costado nada, sino porque nosotros éramos incapaces de
pagar tan alto precio. Sólo Jesús llenaba los requerimientos, y por amor
decidió tomar nuestro lugar.
La gracia es
Jesús mismo corriendo a nuestro encuentro en nuestro peor momento, no sólo para
vestirnos de dignidad, sino también para echar la casa por la ventana,
celebrando nuestro regreso.
La gracia es
aquel que nos encuentra al punto de ser apedreadas, nos defiende y nos dice: “Vete
y no peques más. Yo tampoco te condeno.”
La gracia rompe con todos los protocolos sociales y nos sorprende en el pozo de nuestra miseria con palabras de perdón, sanidad, restauración y nuevos comienzos.
Se necesita
humildad para recibir lo que sabemos que no merecemos; fe, para abrazar la
magnitud de la gracia otorgada; gratitud, para apreciarla, y misericordia para
compartirla con otros.
No te sorprendas
si a tu mente le cuesta digerir esta verdad tan maravillosa. Muchas veces
podría ser vista como una difícil facilidad, simplemente porque es tan buena que
confronta nuestros parámetros naturales.
La gracia no se razona. La gracia simplemente
se recibe. Y a medida que nos dejamos amar por Jesús, experimentamos la
victoria que tanto hemos anhelado…poco a poco, paso a paso, disfrutando cada
parte del camino, seguras en sus brazos, perdidas en su mirada.
“Y como es mediante la bondad de Dios, entonces
no es por medio de buenas acciones. Pues, en ese caso, la gracia de Dios no
sería lo que realmente es: gratuita e inmerecida.”
– Romanos 11:6 (NTV)
Amor y Gracia,
Sandy