¡No te
desanimes! No necesitas la aprobación de tu estado de ánimo para caminar en
victoria.
¡Emociones! ¡Emociones
¡Emociones!
Por momentos nos
hacen sentir que somos dueñas del mundo, que tenemos todo bajo control, para
luego romper nuestra burbuja y hacernos sentir confundidas, temerosas y sin
norte en la vida.
Todo puede estar
marchando sobre ruedas, pero un simple comentario o un pensamiento no grato
crean un tsunami de sentimientos con el potencial de robarnos la paz,
amargarnos el día y transformar nuestro interior en una montaña rusa de peligro
extremo.
¡Qué sensación más horrible! ¿Verdad que sí?
A todos nos
pasa. A mí me pasa. Es más, creo que es una batalla que tenemos que ganar
diariamente, y en la medida que aprendemos a sintonizar nuestros pensamientos
en la frecuencia de Dios y no en la de nuestros miedos, avanzamos en la
dirección correcta.
¡Créele más a las promesas de Dios que a tu estado de ánimo!
Nuestras emociones son un regalo de Dios. Sin
ellas fuéramos androides aburridos e insípidos, pero con ese regalo también
vino un dispositivo llamado dominio propio, que nos permite estar en control de
nuestra vulnerabilidad y no lo contrario.
El antídoto
perfecto para contrarrestar esos días donde nuestras emociones amanecen
despeinadas podría ser contrario a nuestro razonamiento, pero su efectividad es
indiscutible: hacer de la opinión de Dios nuestra opinión; su palabra, nuestra
autoridad soberana; sus promesas, nuestro alimento y su amor, nuestro lugar de
reposo.
Ok. Me explico: como
nuestras emociones tienden a ser un reflejo de lo que dejamos aterrizar en
nuestra mente, hacemos de la opinión de Dios nuestra torre de control —lo que
se alinee a su verdad tiene entrada, lo que no, se manda a freír buñuelos—.
Recuerda: un
pensamiento sana otro pensamiento.
Cuando tu perspectiva está precargada con la Palabra de Dios, las mentiras pierden su poder sobre tu vida.
- Steven Furtick
Nuestras
emociones son un reflejo casi perfecto de las palabras que salen de nuestra
boca y de los pensamientos que dejamos aterrizar en nuestra mente. Por esa
razón diariamente debemos nadar en la piscina de sus promesas y solearnos bajo
los rayos del amor de nuestro amado Jesús, hasta que su voz sea la más audible —principalmente
en medio de esos días donde nuestras emociones pintan el panorama de miedo,
imposibilidad y derrota.
No es tratar de
tener la mente en blanco, sino de validar la opinión de Dios por encima de
nuestros pensamientos y estado de ánimo.
Amiga, Jesús
quiere que medites en su amor, en su misericordia, en lo valiosa y especial que
eres para él. Quiere que aprendas a encontrar tu fortaleza en su reposo, y que
sus promesas sean el GPS de tus decisiones.
Descansa en la
gracia y en el amor de Jesús, hasta que llegues al punto donde creerle sea tan
normal como respirar.
¡Con Jesús a
nuestro lado no hay obstáculo que impida nuestra victoria!
¡Tú guardarás en
perfecta paz a todos los que confían en ti; a todos los que concentran en ti
sus pensamientos! – Isaías 26:3
Amor y Gracia,
Sandy