Esa situación sin
esperanza que te roba la paz, es terreno fértil donde florece la gracia de Dios.
Por curiosidad, ¿alguna
vez se ha colado en tu cafetera mental una conversación similar a esta?
Jesús, tu
dijiste que si mi fe fuera tan pequeña como un grano de mostaza, podría decirte
a la montaña: “muévete” y la montaña se movería, que ¡nada me sería imposible!... Para ser precisa lo leí en Mateo 17:20
Pero tengo un conflicto:
¿Será que mi medida de fe es tan pequeña que no alcanza a la talla de mostaza?
Me explico: Oro por la montaña, le hablo a la montaña, le grito a la montaña,
pero al parecer la montaña tiene otros planes y no precisamente de moverse.
Eso me hace
sentir frustrada, desanimada, cansada, rechazada, deseosa de enganchar la
toalla y hasta me hace pensar que tus promesas no aplican a mi situación.
¡Ayúdame por
favor!
Qué alivio saber
que podemos acercarnos libremente a Jesús con nuestras dudas y frustraciones,
sin temor a ser rechazadas, porque un corazón vulnerable que corre a Sus brazos siempre encuentra sanidad,
dirección y reposo.
Mientras más fuerte griten mis temores, más fuerte me aferro a los brazos de amor que me sostienen.
El tiempo de
espera no significa que Dios se ha olvidado de la promesa, sino que nos está
preparando para ella, así que no te desesperes en el proceso.
Es precisamente
en esa brecha donde nuestra fe germina —poco a poco, paso a paso, sin apuros, reposando en la habilidad de
Dios y no en nuestras propias fuerzas—.
Tu victoria está
en Su habilidad, no en la tuya. ¡Descansa!
Tu victoria está
respaldada por Su palabra. ¡Confía!
Tu victoria está
en la grandeza de Su gracia y amor por ti. ¡Recibe!
¡Acepta Su Gracia! ¡Recibe Su amor! ¡Descansa en Jesús!
Ustedes se salvarán solo si regresan a mí y descansan en mí. En la tranquilidad y en la confianza está su fortaleza. -Isaías 30:15
Amor y Gracia,
Sandy