sábado, julio 08, 2017

EN LA HAMACA DE DIOS




Cual girasol encantado con la sonrisa del sol, Tu gracia me sostiene con firmeza— bañándome en Tu amor, sembrando belleza en cada una de mis heridas.


“¡El Dios que sostiene el universo, sostiene mi vida!”

Fueron sus últimas palabras antes de estrellar la puerta en las narices a un grupo de visitantes indeseados, entre los que se encontraban el temor, la preocupación, la ansiedad y la duda.

Diariamente hace lo mismo: con firmeza, determinación y segura de cada una de sus palabras, espanta a estos forasteros desde su lugar de reposo—donde recibe libertad, donde su alma encuentra descanso y alegría.

Por mucho tiempo fue marioneta de cuanto pensamiento aterrizaba en su cabeza; manipulada por cada historieta de terror que el miedo le contaba—memorias que traían vergüenza; cuentos cargados de dudas; leyendas que alimentaban su preocupación, que la hacían vulnerable y la ahogaban en ansiedad.

Así transcurrían sus días, en un calabozo triste y oscuro, donde la esperanza brillaba por su ausencia, donde una sonrisa fingida acompañada con un “todo está bien” tenía la magia de disipar su carga interna, aunque fuera por unos instantes.

Pero todo cambio el día que su miseria fue interrumpida por el único con autoridad para hacerla verdaderamente libre, ¡Jesús! Ante su imponente presencia, sus angustiadores no tuvieron más alternativa que implorar misericordia y salir corriendo como ratones asustadizos y cobardes.


Muchas veces nuestras emociones hablan más alto que nuestra fe. No pierdas la calma, Dios tiene la última palabra.

 


La única persona autorizada para definirnos es Dios. Él nos ama en nuestro momento más oscuro; nos ama cuando creemos que no hay esperanza; nos ama en medio de nuestros errores y fracasos; nos ama cuando creemos no merecer su amor.

Y es precisamente cuando nos rendimos a ese amor que reta nuestro limitado entendimiento donde somos premiadas con libertad en nuestras emociones; paz en nuestro corazón; propósito en nuestro camino y significado en todo lo que hacemos.

Aun en medio de nuestras imperfecciones y debilidades, podemos caminar con la seguridad de que en su amor todas nuestras necesidades son satisfechas.


Nuestra arma más poderosa se encuentra en sabernos amadas por Jesús y ser receptivas a su amor incondicional por nosotras.

 


Amiga, al amor de Jesús te levanta; el amor de Jesús te restaura; el amor de Jesús te fortalece; en Su amor descubres tu verdadera identidad, lo cual te hace caminar con la frente en alto—segura de tu posición y valor—.

El amor de Jesús es como una hamaca donde tu alma encuentra reposo, donde eres abrazada por Su maravillosa gracia—favor gratuito e inmerecido—, donde los grilletes que te mantienen atada son hecho polvo, donde tus cenizas son intercambiadas por belleza y aprobación.

Y a medida que permites que Su amor y Sus palabras de afirmación sean la única verdad que gobierne tu mente y tu corazón, podrás también decirles a esos visitantes indeseados:

“El Dios que sostiene el universo, sostiene mi vida.”

Nosotros lo amamos a él porque él nos amó primero. – 1Juan 4:19


Amor y gracia,

Sandy