Tendemos a ver
la meta como la meta, pero en la economía de Dios el proceso es la meta.
– Mark
Batterson
Era una flor
silvestre en medio del camino —simple y desapercibida a los ojos de los demás—.
A pesar de su
fragilidad tenía una fuerza interna que la hacía diferente a todas las demás, incluyendo
las especies sofisticadas con nombres científicos y enciclopedias dedicadas a
su historia y cuidado.
Soñaba con algo
mucho más grande que ella misma. Se aferraba diariamente a la esperanza,
principalmente cuando sus circunstancias le recordaban su realidad y todas sus
imposibilidades.
Es que su
determinación y valentía no provenían de ella misma, de ser así se hubiera
rendido en el primer aguacero de mayo, donde perdió la cabellera que adornaba
su tallo y el equilibrio que la mantenía de pie.
Su fortaleza provenía
de ordenes mayores —del Rey de la creación, del Todopoderoso, de la fuente de
su identidad, de su amor eterno, del diseñador y autor de su felicidad—, por
eso sin importar su condición tenía la tenacidad de levantarse y creer que lo
que estaba en frente de ella superaba sus limitaciones, sus miedos y su
historia.
En los altos y
bajos de su peregrinaje la Palabra de Dios alumbraba su camino, dándole la perspectiva
correcta para descubrir el destino que se habría en frente de ella a través de
cada paso de fe… poco a poco, día a día, paso a paso.
En días grises,
hablaba con Jesús; en días soleados, hablaba con Jesús; en días confusos,
hablaba con Jesús; en días amargos, hablaba con Jesús, y así transcurrió el
tiempo y con él lo que siempre había anhelado.
Hoy no es más una
flor silvestre en medio del camino, es un árbol fuerte, estable, frondoso; de raíces
sanas, robustas y profundas. Da sombra al cansado y refugio a todo aquel que lo
necesite.
Su secreto dejó
de ser secreto, ya que lo comparte con cualquiera que desee escuchar su historia,
y lo resume en estas cinco palabras:
Ora, Espera,
Confía, Crece, Florece.
El punto no es llegar, sino disfrutar el camino; y el camino sólo se disfruta deleitándonos en la compañía de aquel que nos sostiene en sus brazos.
Amiga, de la
oración a la floración hay un proceso de espera, de confianza y crecimiento, y
es precisamente en ese lapso donde somos premiadas con la transformación que
tanto anhelamos.
¡El sabor y la esencia están en el camino, no
en el puerto de llegada!
¿Quién es la
roca, si no nuestro Dios? Es él quien me arma de valor y endereza mi camino; da
a mis pies la ligereza del venado, y me mantiene firme en las alturas.
– 2 Samuel 22:
32-34
Amor y gracia,
Sandy